Durante la época de la
Restauración (y también durante la Segunda República) era muy habitual que
determinado sectores de la sociedad (alta burguesía en algunos casos,
monárquicos en otros, industriales diversos, partidos de extrema derecha -los
sectores ultras de la CEDA de Gil Robles, por ejemplo-) pagasen a pistoleros y
asesinos para que ejecutaran a destacados miembros de los organismos de
izquierdas, con el objetivo que los más radicales entre los anarquistas y
sindicalistas se vengaran atentando contra altos funcionarios y representantes
de los partidos de derechas o contra miembros del Gobierno.
Entre otros, tres presidentes del
Gobierno fueron asesinados de resultas de esos toma y daca entre los más
radicales de cada bando y después de 60 años de polarizar a la sociedad, ya
sabemos como terminó en julio de 1936, en una matanza entre vecinos y hermanos.
El objetivo de financiar el
pistolerismo era simple y efectivo; provocar caos y descontrol para extender la
alarma en la sociedad, generando así la sensación de inseguridad en la
población y que esta aceptara sin rechistar medidas más represivas contra los
posibles delincuentes (y, de paso, contra todos), cuando gobernaba los
conservadores y derrocar el gobierno cuando este era de corte más progresista.
El principal objetivo de la
Historia es aprender de lo sucedido. Aprender de las cosas que salieron bien
pero también sacar conclusiones de las cagadas colectivas para que no se
vuelvan a repetir. Hay que ir al instituto, claro. Y atender. Leer también ayuda,
aunque el Hola y el Marca no sirven para eso, su fin es algo más lúdico y
superficial.
Como la actual provocación
constante de la ultraderecha no tiene la respuesta violenta que quisieran,
parece que están preparando algo parecido. Apedrearse ellos mismos para echarle
la culpa a los socialcomunistas bolivarianos del coletas y llevar el caos y el
desorden a las calles. Cualquier cosa vale con tal de derrocar el gobierno.
Aún les llevará una generación o
dos entenderlo, pero la didáctica tiene que seguir siendo la misma; Las
diferencias de opinión se arreglan discutiendo con respeto. Y la forma de
dirigir un país democrático se hace mediante el grupo de diputados que consigue
una mayoría en el parlamento, que es el organo soberano que representa a TODA
la ciudadanía del país.
Si no te gusta como lo hacen,
propón en positivo. Sé constructivo. Plantea tus discrepancias con educación,
sin estridencias. Manifiéstate todo lo que quieras, si, pero siguiendo las
normas y respetando la delicada situación que estamos pasando.
La estrategia de echar el
ventilador dentro del saco de mierda no es interesante porque termina todo el
mundo oliendo a estiércol y el olor de estiércol es molesto y traspasa las
mascarillas.
A mí tampoco me gusta Sánchez y
durante los dos últimos meses ha hecho unas cuantas cagadas importantes. Como
en casi todos los paises, nadie estaba preparado para la que ha caído. No seré
yo quien le defienda, pero tampoco seré quien le ataque si no tengo una
propuesta mejor que lo que se está haciendo.
Me refiero a una propuesta seria
y contrastada, no a la sarta de gilipolleces contradictorias que se escuchan
por ahí, un día blanco, al siguiente negro y al otro morado, dependiendo de
donde haya más muertos. Porque esa es otra, usar los muertos con fines
electoralistas es lo más ruín que puede hacer un político, aunque en este país
ya estamos tristemente acostumbrados a verlo.
La forma de salir de esta es
cuidando al colectivo: a la familia, a los amigos, a los vecinos del barrio,
del pueblo, a los compañeros de trabajo. A pesar de ese pequeño porcentaje de
individuos egoístas que sólo se preocupan de su culo y de su bolsillo, sin
darse cuenta que, ahora, todos nuestros culos y todos nuestros bolsillos están
más interconectados que nunca.
Que no te confundan; la violencia
no es el camino. Nunca. Al menos en democracia.