jueves, 14 de mayo de 2020

Reflexiones desde la pandemia

Los cambios radicales en los grupos humanos sólo surgen después de convulsiones profundas.  Ya sean tribus, empresas o naciones, sólo los terremotos que socavan los cimientos provocan la reconstrucción de un edificio.. Lo demás son chapuzas estéticas que se van ejecutando dependiendo de lo quisquillosos que son los inquilinos y lo dispuestos que están los dueños.
Ahora que estamos pasando una  de las gordas se hace imprescindible tatuarnos algunas cosillas en el subconsciente colectivo. Ahora, sí, antes de que se pase el susto.  Porque si dejamos que se pase, la memoria es muy efímera, ya lo hemos visto muchas, muchísimas veces antes y el ritmo vertiginoso nos volverá a absorber y todo seguirá igual.

La más importante de todas es que no sólo no debemos perder el sentimiento de comunidad si no que hay que reforzarlo.  No somos individuos, somos parte de un algo que está completamente conectado.  En casos de crisis, los postulados neoliberales (que muchas veces son los que las provocan) se desmoronan.  No se sale de algo así tirando cada uno por su lado.  Hasta los más defensores de la supresión del Estado (en épocas de bonanza) imploran ahora que les proteja.

No nos sirve un modelo de sociedad que sólo vale (y eso también es discutible) cuando las cosas van relativamente bien.  Digo relativamente, porque bien no iban.  Para alguos, si, pero no para la mayoría.  Es más, para la gran mayoría iban mal. Y si, el modelo económico y social está terminando con el equilibrio ambiental del planeta.  Probablemente, el 1% de la población podrá establecerse en colonias refrigeradas en este o en otro planeta.  Pero el 99% restante no.  Pienso en la gente que trae hijos al mundo con este panorama y me parece, lo siento, algo imprudente.

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