La muerte de alguien querido siempre desorienta. Muchas veces es por
ese absurdo sentimiento de posesión que tenemos hacia las personas y
las cosas.
Las personas no nos pertenecen, así que llorar su pérdida es puro egoísmo.
En
esa mañana de mayo en la que Roni decidió que no quería vivir más,
Clara se sintió muy egoísta porque la pérdida de su mejor amigo le había
provocado una hemorragia de tamaño sideral en el alma, que iba a costar mucho
tiempo taponar. Por momentos, odió a Roni por haberse rendido sin
pedirle ayuda, antes de sumirse en un largo letargo emocional.
Durante
todo el mes de mayo, Clara ni siquiera fue capaz de sostener un pincel
entre sus dedos, a pesar de los cientos de cuadros que se proyectaban en
su mente pidiendo, a gritos, ser pintados.
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