Si te mandan a la cama a las diez de la noche, es lógico que te despierten a las seis de la mañana. Si duermes en un convento, lo normal es que hagas horario de convento. Sin apenas abrir los ojos más que para no tropezar con el mobiliario y la gente, recojo lo poco que saqué de la mochila y lo meto dentro. El albergue cierra a las ocho de la mañana, asi que esa es la insana hora en la que me enfrento a lo que sucedió ayer en el mundo, café doble y pincho mediante.
A las nueve empiezo el pedaleo. El café no me ha hecho efecto y me pierdo dos veces antes de salir de Markina. "Perderse antes de salir" es el resumen de muchas vidas. La desagradable sensación que me transmiten las muñecas, hechas fosfatina, no ayuda a mejorar mi percepción del día. Anoto como buena la canción de Beak, Mono, otra señal más de la tensión mental en la que estoy instalado en estos momentos.