El peor día del Camino es siempre el segundo de la vuelta a casa. Durante el primero se suele lavar el equipaje y guardarlo para la próxima vez. Cuando vuelves del Camino siempre lo haces pensando en cuando vas a volver. Si ya has ido dos veces, mientras puedas caminar siempre volverás; el Camino engancha irremediablemente. Ese primer día de regreso no quieres mantenerte inactivo, así que ordenas fotos, ese inestimable apoyo para la memoria a partir de cierta edad y, los que tomamos notitas, las clasificamos convenientemente para desarrollarlas en su momento, en lo que es un ejercicio compuesto a mitades iguales entre la nostalgia y la reafirmación de todas aquellas verdades que se te mostraron durante el trayecto.
En el segundo día de la vuelta, aparece el dolor físico y el vacío existencial. El cuerpo se ha acostumbrado a la tunda diaria de kilómetros y la encuentra a faltar, así que músculos, huesos y tendones protestan ante la falta de ejercicio como protestaron durante los primeros días ante el desacostumbrado exceso. El espíritu, si no lo preparaste adecuadamente, queda aturdido ante la vuelta a la rutina. Acostumbrado a la libertad absoluta y a la ausencia de horarios, volver a las obligaciones cotidianas, por pequeñas que sean, incomoda tremendamente, sobre todo si vienes de certificar que lo que haces con tu tiempo no es lo que deberías hacer o lo que quieres hacer realmente.
Al primer Camino fui con la mente en blanco y bien abierta. Me lo pasé genial y durante diez días de caminar muchas horas en solitario acumulé muchas preguntas. Quizá porque me decanté por la vertiente lúdica del trayecto -el Camino se puede hacer por infinidad de motivos; gastronómico, cultural, turístico, psicológico, espiritual, enológico, religioso y un largo etcétera-, debido a la gente estupenda que me encontré, no me preocupó encontrarle respuestas a esas preguntas en aquel entonces. La mayoría han ido apareciendo en su momento.
Preveyendo eso, que la primera experiencia fue, esencialmente, corta, esta vez fui sin horario de vuelta. No llevaba reloj ni cuentakilómetros para que nada condicionara un ritmo diferente al que impusiera el momento. Llevaba algunas preguntas cuasi retóricas y otras de respuesta algo más compleja, pero también iba con la intención de aprovechar para hacer una prospección comercial del País Vasco y Cantabría para el proyecto Lucerito Artesanía, lo que me podía distraer de encontrar esas respuestas. Mis futuros socios pudieron pensar que esa ligereza con la planificación podía ir en detrimento de los resultados comerciales, pero demostré con números que no fue así.
De vuelta, con el equipaje, traje pedidos suficientes como para alargar la ruta que Lucerito tiene hasta Gijón, como mínimo hasta Donosti. Si enlazan con Irún y Pamplona, ya le darán la vuelta a España, saliendo desde Santiago. Todo ello con un coste promedio entorno a los 30 euros diario. En tiempos de crisis, hay que agudizar el ingenio y si no llega para coches de empresa y hoteles de 3* pues se desplaza uno en bicicleta y duerme en albergues, que tampoco están tan mal (la mayoría).
Decidí volver a casa durante el trayecto entre San Vicente de la Barquera y Unquera. Habían dado una tregua de dos días para la lluvia pero ésta me volvió a calar y el viento y el frío hicieron que la subida se hiciera demasiado pesada, un día más. Era el octavo día casi consecutivo en el que terminaba empapado. Pedalear mojado, empujando una bicicleta con alforjas y una mochila a la espalda y con viento de cara no es divertido. Un día, vale. Dos, también. Y tres. A partir del cuarto pierde el componente de aventura para entrar en el del masoquismo estéril y estúpido. Al Camino no voy a ponerme a prueba física y mentalmente, voy a hacer algo de ejercicio físico y mental, que es muy diferente. En mi caso no es una penitencia.
De los 15 días terminé mojado 12, lo que no es muy agradable si la temperatura baja de 10º, como sucedió la mayoría de veces. A mi, la lluvia me gusta. O me gustaba, ya no sé... :). Se juntó eso con que las respuestas a las preguntas que llevaba aparecieron casi todas enseguida (con esos paisajes es muy difícil no encontrarlas) y la última que faltaba lo hizo justo la noche anterior. Comercialmente, esperaban 190 kilómetros bastante estériles (ya teníamos sondeadas las poblaciones más grandes -Llanes, Ribadesella y Villaviciosa-) y el periódico anunciaba un nuevo frente para el domingo. Suficiente para que continuar fuese una estupidez innecesaria.
Así que decidí volverme, no sin ganas de volverme a meter en el Camino cuando pueda. El próximo no sé si lo haré al revés o en bicicleta doblando las etapas de a pie, para conocer el mayor número de personas distintas. Esta vez no he sido demasiado sociable con la gente. Deliberadamente, porque, egoístamente, me preocupaba más resolver algunas dudas que relacionarme con el resto de humanos y sus historias. De hecho, estaba lleno de alemanes y franceses, lo que hacía bastante fácil rehuír las conversaciones. Ir en bici, también. Una de las facetas más enriquecedoras del Camino es la gente que en él encuentras, sus historias y lo de que ellas aprendes. Pero todo no podía ser, esta vez, había otras prioridades.
Así que volví con una Dirección clara que ya intuía desde hace un par de años. Ahora es momento de irla prepararando para encararla en (supongo) Otoño. O cuando toque. Ya hace tiempo que aprendí a fluír en la corriente sin forzar las situaciones. También me dejé algunos lastres en los montes del Norte, como el tabaco (debo ser el recordman mundial de dejar de fumar).
Excepto la climatología, que no acompañó demasiado (sin ser extremadamente inclemente, ojo), todo salió estupendo. Como siempre en el Camino. Parece que no, pero 15 días dan para mucho. Dos libretas enteras de notitas y 757 fotos darán para una nueva colección de crónicas sobre el Camino. Intentaré sacarlas regularmente, aunque prefiero tardar un poquito más y plasmar mejor las sensaciones, que son lo que, al fin y al cabo, importa.
3 comentarios:
Bienvenido, amigo.
Con ganas de que subas el resto de la crónica.
Asias, meu!
De una en una y poquito a poco, como la mayoría de cosas hechas con cariño, Davidaf...
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