Llegamos según lo previsto. Todas las escalas fueron on time. Salimos de Vigo hacia Santiago a las 7:30, Opel Astra. De Santiago a Barcelona a las 9:15, Airbus de Vueling, con un typical galizian weather.
De Barcelona a Praga a las 13:45, Airbus de Czechairlines y de Praga a Budapest a las 17:30 en otro chisme volador, ,mas pequeño de la misma compañía checa, para aterrizar en Hungría a las 18:30. El taxi nos dejó en el Casino a las siete de la tarde.
Es la vez en mi vida que he estado mas lejos de casa…
El viaje ha transcurrido sin ningún incidente. Y eso que pasamos por cuatro controles de seguridad. El de Praga fue curiosamente tenso. La gente está seria y callada. Y no hay hilo musical. Es un silencio extraño. Y los guardias te miran con una expresión especialmente ceñuda. O me lo pareció, vete a saber…
El viaje de Barcelona a Praga empieza con una disculpa del piloto: “Lamentamos que nuestras azafatas no puedan atenderles en castellano”. No importa, pailot. Estamos acostumbrados a entendernos por signos. El lenguaje corporal es universal…
Praga es muy bonita. Aunque sólo la pudimos ver por encima. Este chiste era bastante fácil, pero tenía que hacerlo. En el aeropuerto recargamos líquidos con una pinta de cerveza checa. No mata, la verdad.
La arquitectura de los edificios que rodean el aeropuerto me parece bastante “soviética”. Pacocho me advierte sobre la necesidad, al llegar nuevo a un sitio, de preguntar a quien odian los lugareños, antes de emitir ningún comentario. Por prudencia, mas que nada. Anoto.
Al llegar a Budapest, tengo el segundo trauma idiomático. Me críe en Reus, en el sur de Polonia. El polaco es, pues, mi lengua materna. Vine pensando que al este de Berlín todo el mundo hablaba polaco o similar. ¡Que va!. Hablan idiomas aún mas complejos muy alejados de mi polaco. Menos mal que la mayoría de gente se defiende en inglés.
Nos acreditamos en el Casino y nos dicen que nos alojamos en el Marriott. En el Casino están jugando el día 1A.
Ninguno de los dos recordaba el nombre del hotel. Allí conocemos a parte de la delegación española y a Elena, nuestra anfitriona de Unibet.
Juntos vamos a cenar. Por el camino ya nos abordan ofreciéndonos sexo visual en vivo. Mario, Mister Pussy Doctor, como se define. Un chuloputas con algo de clase, para entendernos. Primero cenar, le decimos. Pero parece un tipo que puede conseguirnos cualquier cosa semi no legal que nos haga falta. Anoto su número de teléfono.
Terminamos cenando un buen trozo de carne al estilo Budapest, regado con unas cañas de una buena cerveza y contando anécdotas de viajes y de cartas, sobre todo Pacocho, Cocoliso y Grischuk.
Después de cenar paseamos algo. Ees bonita, esta ciudad.
Pasamos por el garito de Mario. 3 euros y medio la entrada por un espectáculo de baile con poca ropa. Es una clásica barra americana. Como no somos de los que empiezan un trabajo y lo dejan a medias, nos vamos al hotel después de tomar una cervecita, 3 euros mas. Quedan días, aún para hacer turismo. Nos abordan otras dos veces, en doscientos metros, la segunda a las mismas puertas del hotel. No nos liamos. Hoy hay que trabajar. Pero está claro por que Budapest tiene fama de ser la capital europea del porno. Y del sexo…
La cama del Marriott es espectacular. Dormimos ocho horas y media del tirón. La vista desde la planta 9 es espectacular, con el Danubio verde a nuestros pies y
El buffet del desayuno es de lo mejorcito que he visto. Nos cebamos como cochos, damos una vuelta por los alrededores del hotel y volvemos pronto, pues está lloviendo.
Ahora voy a dormir media horita, hacer otra media de meditación y me iré a recuperar nuestras fichas. Se ve que en lugar de ponerlas todas en el puesto 3 de la mesa 10, en el Casino han hecho 120 montoncitos de 10.000. En fin, habrá que reagruparlas de nuevo… Me acompaña el último trabajo de My Brightest Diamond...