A pesar de que hice un
missclick con el objetivo principal del viaje a Venezuela y el secundario (el torneo) tampoco va a pasar a la historia, los días que pasé en Margarita han tenido algunos momentos muy bonitos. Con calma ya haré un post sobre ellos.
Pero mención aparte merece el viaje de vuelta. La experiencia vivida en el aeropuerto de Maiquetía fué vergonzosa. No sólo para mi, si no para la mayoría de viajeros que pasan por la Terminal Internacional, así que lo relataré aparte, para no empañar el recuerdo del viaje.
El domingo por la mañana, a las 10:30, me recogía un taxi en el apartamento. Paré por el camino a despedirme de Marian, en el momento más amargo de todas las vacaciones. Quien sabe qué depararan nuestros caminos.
El taxista, supongo que para agradarme, lleva un cd de José Luis Perales. Canciones de desamor es precisamente lo que menos me apetece escuchar. Peor que el día en que estábamos con Luis Rodríguez en el lobby del hotel, jugando tranquilamente al poker online, cuando se puso un tipo al piano y una señorita desenamorada nos torturaron a dúo durante dos horas largas con canciones tristes mientras nos cosían a badbeats en FullTilt. Cantar, cantaba bien, pero ninguna alegre, tu... Y la sesión de poker fué para olvidar.
En el taxi, desconecto y me concentro en el paisaje.
Llego bien al aeropuerto de Porlamar. Los controles, los normales de cualquier aeropuerto. Facturo la maleta y me dispongo a pasar la hora que falta hasta la salida del vuelo tratando de no darle demasiadas vueltas a la cabeza. Imposible.
En el avión dormí hasta que llegábamos a Maiquetía. Es sorprendente la capacidad que tengo de sobar en un avión en cuanto arranca los motores.
Mi maleta sale la tercera por la cinta. La recojo y me voy hasta la terminal internacional. Entro por la primera puerta, error. Tenía que haber recorrido la terminal por fuera, a pesar del calor. Recordando la experiencia de febrero, donde nos pararon hasta tres veces, traté de mentalizarme y de poner buena cara, lo que no era nada fácil, dado mi estado de ánimo. Los mostradores de Air Europa están en la otra punta. Cuando ya estoy llegando, una señora vestida de azul me pregunta, sonriente:
- ¿Que aerolinea busca?
- Air Europa
y señalo los mostradores, disponiéndome a seguir. Pensé que era de atención al viajero o algo así.
- Espere, espere... ¿viaja solo?
Me la miro, con incredulidad. Mide 1,50 y algo menos de cintura. Podría pasar por personal de mantenimiento. Me señala una insignia que lleva en el brazo. Policía Judicial.
Ah, coño, ya empezamos...
- Si, viajo solo.
- ¿De dónde viene?
- De Margarita
- ¿Que lleva en las maletas?
- Ropa sucia.
- Tendremos que hacer un chequeo de sus maletas.
Pues bueno, vamos,
que remedio... Me llevan al final de un pasillo, donde hay una mesa. Un tipo me abre la primera maleta y esparce el contenido sobre una mesa. Consejo nº1. No hace falta doblar la ropa y meterla con gracia, si vas a pasar por ese aeropuerto, de salida; es inútil. Abre la segunda. Esa si está llena de cualquier manera. Me pide que saque la ropa. Señoritos hasta para eso. La saco. Inspecciona posibles dobles fondos y cuando se cansa me indica que ya puedo volver a meter la ropa dentro.
Mientras, un tipo alto, de paisano se pone a hablar con la señora amable que me llevó hasta allí. Me dice:
- No se preocupe, ahora le llevo al principio de la fila.
Bueno, son amables, al menos. Cuando tengo la ropa dentro, firmo un impreso, pongo las huellas digitales de mis dos pulgares en él y el tipo me acompaña hasta el mostrador de Air Europa. Pasamos toda la fila y me coloca delante de la entrada de Business, que está vacía. Le doy las gracias. Pero se me coloca de tal manera que no le oigan el resto de pasajeros y me dice:
- Habrá que darle algo a la supervisora.
Aaaaah, amigo, así que era eso... Me iba a rebotar, yo no tengo ningún problema en hacer cola, pero vista la connivencia del tipo con la policía, empiezo a imaginar cuartos oscuros y guantes de látex y claudico.
- ¿cuanto?
- Con doscientos será suficiente.
Son 20 euros de nada, pero llevo moneda local justo para pagar las tasas, comer algo y comprarme un libro. 350 en total. Y no tengo ganas de cambiar euros.
- No llevo ese dinero. Como mucho puedo darle 100.
Después de un tira y afloja, el tipo coje los 100 bolos y desaparece. Ahora tengo que escoger entre comer y comprarme el libro para el viaje. El ZEN no es un recurso para distraerme durante las 9 horas del vuelo. Es el segundo viaje que vuelvo sin el chisme. El otro lo perdí en la danubiada, en Budapest. Habrá que empezar a incluirlo en el coste de la próxima salida, antes de partir...
Son las 3 de la tarde. La gente está algo indignada por que debían abrir los mostradores a las 12. Hay quien lleva esperando desde las 11 de la mañana.
Entablo conversación con mis vecinos de cola, que deben pensar que soy un VIP o algo parecido. A las 16:30 abren la facturación. La supervisora se hace la longuis y cambia las cintas para que todos pasen por los mostradores de clase turista.
Vaya, te timaron, que sorpresa... A pesar de ello, nadie pone objeciones para que entre el tercero a facturar. Se ha puesto un soldado del ejército regulando el paso de gente. Cuando me toca pasar, empieza el ritual:
- ¿Viaja solo?
- Si
- ¿De dónde viene?
(y 10 preguntas más que no reproduzco, por repetitivas)
- Tendremos que chequearle las maletas.
- Me lo acaban de hacer.
- ¿quien?
- La Policía Judicial
- Es igual, volveremos a hacerlo.
No me lo puedo creer... Me dice que vamos a ir a un cuarto reservado y le contesto que no hace falta, que podemos hacerlo allí mismo. Así que cojo la maleta, la pongo sobre una mesilla que tienen los soldados al lado de la fila y me la abro. Puedo pasar sin comer, llevo varios dias desganado y comiendo apenas, así que un día más no importa. Pero no quiero subir al avión sin comprarme el libro.
- Espere... ¿quien le revisó la maleta?
- Ya le dije, la Policía Judicial.
El soldado manda a un compañero a preguntar y cuando vuelve, al cabo de 10 minutos, me indica con la cabeza que pase. Con la mirada, además, me perdona la vida. Recojo la ropa que había sacado, me muerdo la lengua por primera vez durante el día y facturo la maleta.
Decido pagar las tasas y pasar los controles de seguridad y de inmigración. Si doy demasiadas vueltas por la terminal, acabaré contestándole mal a alguien. Y eso no es buena idea. Aqui le pones un uniforme con insignias a cualquiera y se cree Teniente Coronel. Y no me apetece, para nada, perder el vuelo. Aún así, antes de entrar, vuelvo a enseñarle el pasaporte al presidente de la república. Debe ser eso, por los aires que se da. No sabe ni manipularlo y me despega las hojas centrales de las tapas. Estupendo. Pasaporte roto. Maldito inútil...
En el control de seguridad, mi equipaje de mano pasa por dos scanners. Sin problemas.
Al rellenar el formulario de inmigración, ante la casilla donde pone "motivo del viaje", dudo entre escribir:
* Terrorismo internacional a gran escala
* Narcotrafico organizado de pequeñas cantidades.
* Convalecencia mal curada de una Gripe N1H1.
En Méjico no recuerdo cual de las tres escojí, contando que no lo leerían. Esta vez decido no pulsar el sentido del humor de los funcionarios locales y me dejo llevar por la vena romántica y escribo la verdad:
* Amor.
Menos mal. La funcionaria si se leyó el formulario y al ver mi respuesta, me mira, sonríe y me pregunta:
- ¿y que tal?
- Bueno... a veces las cosas no salen como queremos.
Me sella el impreso y termina el último control, menos mal. Bueno, eso creí...
Una vez en la zona de embarque, veo que faltan 3 horas para que salga el vuelo. Decido pasear, viendo tiendas. Embarcamos en la 25 de 28. Voy hasta la puerta 1. Hay soldados y Seguridad Aeroportuaria paseando, pero no me molestan en el trayecto de ida. En el de vuelta, dos veces tengo que enseñar el pasaporte. En una, además, abrir el trolley. En las tres, las diez preguntas de rigor. Que cansinos son...
Decido meterme en la feria de comida y moverme lo menos posible. Una arepa, una cachapa y un jugo de guayaba consumen casi todo lo que me queda de moneda local. Ya pagaré el libro con tarjeta, que más da, ahora.
A las seis, me dirijo a la puerta de embarque. Tengo que enseñar el pasaporte dos veces más. Hasta los cojones, me tienen. Esto no es control, es acoso.
En una tienda ofrecen un masaje exprés por 40 bolos. Me quedan 32... La tienda de libros está cerrada y tengo que conformarme con una revista.
En las tiendas oficiales de cambio, te dan 4.28 bolos por dólar (nosotros los cambiamos en la isla a 8.5) y 2,6 si los quieres comprar. 5.2 bolos por euro (los cambiamos a 9.8) y 3,5 si los quieres comprar. Normal que nadie las use, habiendo personal de todo tipo pululando por el aeropuerto que te vende lo que te haga falta.
Ya en la cola entablo conversación con un gallego que, como yo, va hasta Vigo. Nos contamos anécdotas varias del viaje y de Galicia. En vista de que eso no se mueve, vamos a tomar unos refrescos. En la tele dan un partido de fútbol local. Juega el Lara contra el Esppor. Gana el Lara 1-0 a la media parte. Como es de Barquisimeto, me pongo de su parte. Terminan perdiendo 1-2, con la luna, casi llena, luciendo en lo alto.
A las 19:55 debía salir el vuelo. Desde las 18:50 en la pantalla que anuncia el vuelo, pone
Boarding. Son las 20:15 y aún no se ha montado nadie. Por la megafonía van llamando gente para revisar las maletas. Antes de cargarlas al avión las pasan por un scanner y por los perros. Si ven algo raro, llaman al dueño para que la abra. Absolutamente tercermundista. ¿Que coño les cuesta revisarlas antes de facturar?.
Si todo este periplo te lo hacen pasar al llegar, mira... con las vacaciones se te olvida. Pero al irte, lo que consiguen es que se te quiten las ganas de volver otra vez. Si alguna vez vuelvo, lo haré via Frankfurt-Porlamar. Algo muy gordo tendría que pasar para que vuelva a pisar esa mierda de aeropuerto.
A las 21:36 abren la puerta del finger. Tengo asiento en la primera fila, así que soy el penúltimo en entrar. Son las 22:34. Ya dentro, haciendo cola mientras la gente acomoda su equipaje de mano, un mono vestido de soldado se queda mirando al señor que tengo al lado de arriba abajo. Ni Stallone igualaría esa mirada de chulo de barrio bajo. El señor, supongo que tan hasta los huevos como yo, le espeta:
- ¿que miras, culebra?
Uy, lo que le ha dicho, lo que le ha dichooooo... Sonrisa pérfida del chimpancé uniformado y le empieza con la batería de preguntas:
- ¿viaja sólo?
(y lo que sigue habitualmente)
Como se ve que yo también miré mal al animalito, empieza conmigo:
- ¿Viaja con él?
...
con tu puta madre...
Así que ya nos ves, al señor, a menda y a una señorita, que también viaja sola y que cumple el otro perfil principal de traficante a pequeña escala, camino del scanner corporal.
Como perdamos el avión, te arranco la cabeza y te la meto en el culo como una aceituna, me pase lo que me pase luego...
Lo que pongo en cursiva son pensamientos. Calladito como nunca he estado, paso el puto scanner, mientras el señor (que resulta ser de Barquisimeto) y el General de Brigada siguen dale que te pego. Que si cumplo con mi deber ¿
tu deber, acosar a todo el mundo, mamón? Que si no soy un malandro para que me hable así (
un malandro está por encima tuyo en la escala social, mona de circo...) Que si no hay derecho que traten a los viajeros así... (
no, no lo hay) En fin. Dan ganas de arrancarle un brazo, congelarlo y luego golpearle la cabeza hasta que no sea más que una papilla.
Otro trámite más y vuelvo corriendo al avión. Nos esperaban. El señor, al llegar, resulta tener el asiento contiguo al mío y reclama a la azafata que pagó por viajar solo. Me piden si me importa cambiarme. Miro al gordo de mierda y cuando veo que me ofrecen el mismo asiento al otro lado, al lado de una señora, no pongo pegas y me mudo. Hoy no es el día para hermanarse con Barquisimeto, parece...
La señora resulta ser una encantadora profesora de Yoga que trabaja en París. Anoto. Iniciarme en Yoga. Tenemos una entretenida conversación hasta la cena, donde, obviamente, me da su punto de vista de opositora feroz a Chávez.
¿quedan partidarios de Hugo?Luego dormimos hasta prácticamente llegar a Madrid. Al menos, yo. Ella, supongo.
El retraso de la salida hace que perdamos el enlace a Vigo. Tirados en Barajas hasta las 18:30. Los controles de Barajas y la atención del personal del aeropuerto parecen el Majestic, comparados con el zoo de Caracas. Nos dan de comer y echo una siesta de cualquier manera, en un banco. No me siento las piernas. La rabadilla ya ni te digo.
Llegamos a Vigo a las 20:00. Mi maleta sale la primera. Llamo a un Guardia Civil y le digo que quisiera abrirla delante suyo, para evitar lo que sea. Me pregunta que llevo. Yo metí ropa sucia, le digo. Pues eso es lo que habrá, me contesta. Pues vale.
Al salir del aeropuerto de Vigo, más recuerdos amargos, hay niebla y llueve. Perfecto, ya estamos casi en casa...
Fran, el gallego con el que he compartido penas de viaje, me acompaña a recoger mi coche. A ver cuando podemos tomarnos unas cañas en una situación decente, señor...
Una hora y media de autopista después llego a Miño. Me ducho y me meto en cama. Son las 23:45. No me puedo dormir hasta las tres. Llevo 40 horas dando vueltas por el mundo...
Me cago en la revolución bolivariana.