Este es el diario de una limpieza
general. El texto está plagado de obviedades y de frases hechas porque
el objetivo principal de poner orden en casa es aprovechar para poner
orden en la mente, aplicando principios del milenario Feng Shui. Repitiendo determinados pensamientos se busca que
acciones habituales se conviertan en automáticas, primero y en
subconscientes, finalmente. No se trata de "mientras ordeno, aprovecho para pensar" si no de "mientras pienso, aprovecho para ordenar", que es bastante diferente. Sobre todo con la actitud que tomas ante la tarea, anteponiendo la interesante a la aburrida y no al revés.
Es por tanto, un post de autopsicoanálisis en toda regla, donde el "auto" es excluyente, en cuanto a interés se refiere, para todos aquellos seres vivos que no sean yo mismo. Si alguien está tan aburrido que no tiene nada mejor que hacer y se lo lee entero, que no me acuse de aburrido. Hoy no cuento nada interesante, sólo pretendo fijar cuatro ideas en mi subconsciente y entrenar la conexión entre la parte del cerebro que genera las ideas y la que las convierte en palabras escritas.
En esta nueva limpieza de mi vivienda, el holocausto de cosas que no uso ha sido importante. Cada vez que hago uno, me pregunto por que no fui más estricto la última vez, pero ésta vez se que, muy probablemente, la próxima será mucho más fría e inflexible. ¿Cuando? A saber. Yo quisiera hacerla mañana, pero las cosas son como son, no como queremos que sean. Pondremos los medios para que sea lo antes posible, sin que eso no quiera decir ni seis meses, ni un año y medio.
Es por tanto, un post de autopsicoanálisis en toda regla, donde el "auto" es excluyente, en cuanto a interés se refiere, para todos aquellos seres vivos que no sean yo mismo. Si alguien está tan aburrido que no tiene nada mejor que hacer y se lo lee entero, que no me acuse de aburrido. Hoy no cuento nada interesante, sólo pretendo fijar cuatro ideas en mi subconsciente y entrenar la conexión entre la parte del cerebro que genera las ideas y la que las convierte en palabras escritas.
En esta nueva limpieza de mi vivienda, el holocausto de cosas que no uso ha sido importante. Cada vez que hago uno, me pregunto por que no fui más estricto la última vez, pero ésta vez se que, muy probablemente, la próxima será mucho más fría e inflexible. ¿Cuando? A saber. Yo quisiera hacerla mañana, pero las cosas son como son, no como queremos que sean. Pondremos los medios para que sea lo antes posible, sin que eso no quiera decir ni seis meses, ni un año y medio.
Lunes:
amanezco a las 12 de la mañana, después de dejar que el cuerpo durmiera
todo lo que quiso, que fueron 11 horas. Me levanto con la intención de
oxigenarme un poco con la bici, pero está lloviendo demasiado, así que,
cafetera mediante, me pongo con el dormitorio, la pieza de la casa que
está más alejada de la entrada. La limpieza, de dentro hacia afuera. Cojo aire y en la inspiración me acuerdo de mi espalda. Hago el propósito de volver a la rutina de Pilates y meditación que tan bien me sienta al despertar. Empezaré mañana. Primera decisión importante de la semana.
El
armario (200*252) tiene tres secciones. En una de ellas hay siete trajes
(sacos). Me he puesto uno, dos veces en los dos últimos años y no hay
perspectivas, por suerte, de que tenga la necesidad de volver a enfundarme uno.
Escojo dos, oscuros y atemporales de corte, que me cubran de algún
evento imprevisto y meto los otros cinco en una bolsa. Lo mismo hago
con las camisas, odio planchar y me quedo tres, deshaciéndome de siete. Las corbatas van, mansamente, detrás. Ya había regalado una decena y tirado otra, pero aún
quedan como veinte. Escojo diez, que me parecen muchas, abarcando toda
la gama cromática, aunque si me pongo una, será con una camisa blanca,
así que aún podía haber sido más expeditivo, ya que me serviría
cualquiera de ellas.
Guardo una de tonos rojos y blancos, para colgar el muñeco de Papa Noel de la ventana, en Navidad. Es una tradición de varios años, ahorcar en esas fechas señaladas, a un Papa Noel con una corbata atada por el cuello, lo cual, al principio, me costó alguna palabra cruzada con algún vecino con hijos. Pero ya hace ya tiempo que mis vecinos saben con quien conviven y dejaron de emitir juicios de valor sobre mis excentricidades y se limitan a cruzar de acera cuando van con sus hijos y a invitarme a bebida y palmearme el hombro y echar unas risas cuando van solos y coincidimos en un bar. Saben que soy rarito, pero no peligroso. Y, a veces, bastantes, divertido.
Los
polos siguen el mismo camino. Este verano no he llevado otra cosa y
compré 15 low cost para trabajar. Aparto los que han soportado mejor el
tute y el resto pasa al cajón de ropa de "ir por casa", empujando a la
que había ahí a la segunda bolsa de deshecho. Repaso todos los cajones
de la cómoda y termino de llenar la segunda bolsa. Para plegar toda la
ropa que va en cajones y estantes utilizo el LP en vinilo de Yazoo "Don´t go", a
efectos de que todas las prendas tengan el mismo ancho, es un tema
meramente de estética. En los estantes y en los cajones la ordeno
escalonada por colores. Obviamente, la ropa que va colgada en perchas
también está escalada cromáticamente, como se ve en la foto que colgué al principio.
Alguien
pensará que esto es enfermizo, compulsivo. No es el caso. Simplemente
lo hago porque para cualquier tarea se tiene que tener un plan o, si lo
preferís más sencillo, una visión de cómo hay que llevarlo a cabo. Ya
sea un viaducto sobre una ría, la lista de la compra o colgar las camisas en el armario. No
sirve "Las cuelgo, y listos". Se empieza pensando así y se terminan
desmoronando las civilizaciones. El declive de Roma empezó el día en
que el asistente de Nerón empezó a colgar las túnicas de cualquier
modo. Ese pequeño cáncer aparentemente inofensivo se convirtió, con el
tiempo, en lo que los libros de historia han denominado "La caída del
imperio romano".
Debajo
de la cama hay un canapé. Son 200 * 160 * 30 cmts, lo que supone un
volumen de 960 litros, casi un metro cúbico. Ahi caben muchas cosas y
como queda oculto a la vista se corre el riesgo de acumular mucha mierda
inútil. Lo saco todo y aspiro y friego dentro. Luego me voy a tomar un
café para que me de un poco el aire y enterarme de lo que hizo el Reus
Deportiu de fútbol (que ganó fuera y se coloca cerca de los puestos de ascenso).
Al volver, me siento con ánimos (el café doble ha hecho sus previsibles efectos) y abro este post (tardaría unos cuantos días en terminarlo), titulo un word en blanco "El triunfo de la perversión del lenguaje", en lo que tiene que ser un artículo de un folio y medio para Letra en Obras y del que publiqué una copia en castellano en un post anterior y abro otro titulado "Independència", para compilar una serie de notas que tengo sobre el proceso soberanista que se vive en Catalunya y del que quisiera ofrecer una visión particular con la inocente ignorancia del que lo vive de lejos, en un tono eminentemente humorístico. Escribo apenas un párrafo de cada uno y paso una hora procastinando por feisbuc y el mail, antes de guardarlos y volver a enfrentarme con el montón de trastos amontonados en el pasillo y que antes estaban bajo la cama.
Hay de todo. Utensilios de pintura, herramientas, bolsas de diferentes tamaños, tonterías de playa, accesorios para ir en moto, utensilios varios de trekking, raquetas, palas de ping-pong, elementos informáticos varios... Cuando termino de recolocar lo que me parece que vale la pena conservar, medio canapé está vacío y tengo una bolsa para tirar en el punto limpio y otra para donar. Cambio las sábanas y la funda del edredón, sin intentar recordar cuando fue la última vez que puse unas limpias, ni ayudarme del olfato para ubicar ese punto en el tiempo. Más vale tarde que nunca.
Despues de quitar el polvo, aspirar y fregar, contemplo, orgulloso, el trabajo. Hasta las tareas más pesadas, hasta las más engorrosas, si se hacen bien, le producen a uno satisfacción. Sólo hay dos formas de hacer cualquier labor: bien, o mañana.
Me tumbo en el sofá después de ducharme y me pongo la serie "Vikingos", esperando que me entren ganas de escribir. Después de dos capítulos las musas seguirán brillando, pero no aqui y como es algo más de medianoche decido irme a leer un rato a la cama. Me cuesta horrores dormir, como 100 folios de "Un estudio sobre la banalidad del mal", de Hannah Arendt, que es un buen rato.
Al volver, me siento con ánimos (el café doble ha hecho sus previsibles efectos) y abro este post (tardaría unos cuantos días en terminarlo), titulo un word en blanco "El triunfo de la perversión del lenguaje", en lo que tiene que ser un artículo de un folio y medio para Letra en Obras y del que publiqué una copia en castellano en un post anterior y abro otro titulado "Independència", para compilar una serie de notas que tengo sobre el proceso soberanista que se vive en Catalunya y del que quisiera ofrecer una visión particular con la inocente ignorancia del que lo vive de lejos, en un tono eminentemente humorístico. Escribo apenas un párrafo de cada uno y paso una hora procastinando por feisbuc y el mail, antes de guardarlos y volver a enfrentarme con el montón de trastos amontonados en el pasillo y que antes estaban bajo la cama.
Hay de todo. Utensilios de pintura, herramientas, bolsas de diferentes tamaños, tonterías de playa, accesorios para ir en moto, utensilios varios de trekking, raquetas, palas de ping-pong, elementos informáticos varios... Cuando termino de recolocar lo que me parece que vale la pena conservar, medio canapé está vacío y tengo una bolsa para tirar en el punto limpio y otra para donar. Cambio las sábanas y la funda del edredón, sin intentar recordar cuando fue la última vez que puse unas limpias, ni ayudarme del olfato para ubicar ese punto en el tiempo. Más vale tarde que nunca.
Despues de quitar el polvo, aspirar y fregar, contemplo, orgulloso, el trabajo. Hasta las tareas más pesadas, hasta las más engorrosas, si se hacen bien, le producen a uno satisfacción. Sólo hay dos formas de hacer cualquier labor: bien, o mañana.
Me tumbo en el sofá después de ducharme y me pongo la serie "Vikingos", esperando que me entren ganas de escribir. Después de dos capítulos las musas seguirán brillando, pero no aqui y como es algo más de medianoche decido irme a leer un rato a la cama. Me cuesta horrores dormir, como 100 folios de "Un estudio sobre la banalidad del mal", de Hannah Arendt, que es un buen rato.
Martes: Al levantarme, asomo la cabeza por la ventana y llueve. Pienso en salir de
todos modos porque no hace frío, pero la pereza de tener que sacarle el
barro a los cambios y engrasarlos de nuevo, a la vuelta, me retiene en
casa. Recuerdo mi propósito de retomar el Pilates y la meditación y me quedo con el primero. No me apetece demasiado enfrentarme, de sopetón, a la macedonia mental que tengo y decido que me iré preparando psicológicamente a lo largo de la semana, no sea que me de un cortocircuito.
Hoy toca la habitación de los invitados, que también es la de los gatos. De hecho, cuando viene alguien suelo dormir yo en ella para no tener que trasladar la arena y los platos de Cuca y Tete y acomodo a los invitados en el otro dormitorio. En el armario tienen varias perchas y dos cajones vacíos para que coloquen sus cosas. A veces, hasta les pongo sábanas limpias.
Esa habitación también ejerce de biblioteca, archivo y trastero, es como un backup de mi existencia y una muestra de mi pretendido orden dentro del caos. Después de limpiar el polvo, aspirar y fregar, me entretengo con los papeles viejos. Tiro varios kilos de documentación comercial de la última empresa en la que trabajé (aún no sé por que la guardaba), papeles oficiales diversos y la carpeta donde guardo todos los diplomas que he ido acumulando a lo largo de los años. ¿Por que? ¿Y por qué no? Recuerdo perfectamente lo que sé y lo que no y lo que conseguí, no necesito una cartulina de colores que me lo recuerde y nunca los colgaré en una pared. Uno tiene que conseguir que le valoren y le juzguen por lo que hace, ahora. Que no sea ni por lo que hizo, ni por lo que tiene.
En esa pieza también están los dos zapateros. No diré los que hay, para que no me imeldicen. Suelo comprarlos buenos en las terceras rebajas y me duran mucho tiempo. Hay unos que vinieron conmigo desde Maspujols y de eso va a hacer 10 años. Me los llevo a la cueva y les doy lustre a todos mientras veo otro capítulo de "Vikingos". La ambientación de la serie es increíble y la fotografía, espectacular. La trama, algo lenta para mi gusto. Lo de limpiar todos los zapatos de un tirón ya lo inventó Henry Ford en la década de los treinta para conseguir ahorro de tiempo y costes, aunque el lo hacía con la fabricación de coches. A mi, de la cadena de montaje, me interesa el aspecto del ahorro de tiempo y tener las cosas listas para usarlas.
A lo largo del día (como haría durante toda la semana) voy anotando ideas sueltas en este post pero, al terminar con la limpieza, soy incapaz de desarrollar ninguna de ellas (al igual que ayer), ni de añadirle más que unas pocas líneas a los textos abiertos. En mi cabeza, las ideas están claras, pero no soy capaz de transformarlas en palabras. Me vuelve a costar horrores dormir, a pesar de que me duelen los ojos del cansancio y de que me encajé química como para sedar a una cebra.
Hoy toca la habitación de los invitados, que también es la de los gatos. De hecho, cuando viene alguien suelo dormir yo en ella para no tener que trasladar la arena y los platos de Cuca y Tete y acomodo a los invitados en el otro dormitorio. En el armario tienen varias perchas y dos cajones vacíos para que coloquen sus cosas. A veces, hasta les pongo sábanas limpias.
Esa habitación también ejerce de biblioteca, archivo y trastero, es como un backup de mi existencia y una muestra de mi pretendido orden dentro del caos. Después de limpiar el polvo, aspirar y fregar, me entretengo con los papeles viejos. Tiro varios kilos de documentación comercial de la última empresa en la que trabajé (aún no sé por que la guardaba), papeles oficiales diversos y la carpeta donde guardo todos los diplomas que he ido acumulando a lo largo de los años. ¿Por que? ¿Y por qué no? Recuerdo perfectamente lo que sé y lo que no y lo que conseguí, no necesito una cartulina de colores que me lo recuerde y nunca los colgaré en una pared. Uno tiene que conseguir que le valoren y le juzguen por lo que hace, ahora. Que no sea ni por lo que hizo, ni por lo que tiene.
En esa pieza también están los dos zapateros. No diré los que hay, para que no me imeldicen. Suelo comprarlos buenos en las terceras rebajas y me duran mucho tiempo. Hay unos que vinieron conmigo desde Maspujols y de eso va a hacer 10 años. Me los llevo a la cueva y les doy lustre a todos mientras veo otro capítulo de "Vikingos". La ambientación de la serie es increíble y la fotografía, espectacular. La trama, algo lenta para mi gusto. Lo de limpiar todos los zapatos de un tirón ya lo inventó Henry Ford en la década de los treinta para conseguir ahorro de tiempo y costes, aunque el lo hacía con la fabricación de coches. A mi, de la cadena de montaje, me interesa el aspecto del ahorro de tiempo y tener las cosas listas para usarlas.
A lo largo del día (como haría durante toda la semana) voy anotando ideas sueltas en este post pero, al terminar con la limpieza, soy incapaz de desarrollar ninguna de ellas (al igual que ayer), ni de añadirle más que unas pocas líneas a los textos abiertos. En mi cabeza, las ideas están claras, pero no soy capaz de transformarlas en palabras. Me vuelve a costar horrores dormir, a pesar de que me duelen los ojos del cansancio y de que me encajé química como para sedar a una cebra.
Tampoco duermo mucho, cuatro horas y media. Después de la tabla de Pilates, sin mirar que día hace, me visto de ciclista de invierno y salgo a la calle. No llueve, pero lo hará, así que no quiero ir demasiado lejos. Bajo hasta la playa y, aprovechando que hay marea baja, la recorro de una punta a otra una docena de veces. Sé que meter la bici en el agua (y en la arena) es nefasto para ella. Espero que las máquinas no tengan sentimientos porque a ésta la maltrato bastante, aunque luego la mime todo lo que puedo. Es como pegarle y luego decirle "lo siento, sabes que te quiero", algo muy deplorable. Soy un egoísta, lo sé.
(la foto es de hace dos o tres veranos, lo que certifica la premeditación y la reincidencia, espero que Dios no tenga dos ruedas, pedales y manillar)
Para hoy miércoles me he reservado el baño y el pasillo. El primero lo termino demasiado rápido (no es ni "mediano") y decido quitarle los restos de cal a la mampara de cristal de la bañera, un rato, hasta que me doy cuenta que es un coñazo superlativo y lo anoto a la lista de tareas para la chica que viene a cuidar los gatos cuando no estoy y que, de paso, me da un repaso al piso para que cuando vuelva no me agobien las bolas de pelo de gato por todos los rincones.
Para compensar ese dribling a las cosas bien hechas, desinfecto con aguafuerte y un estropajo toda la bañera. Una vez leí que si te descubres frotando la tina con lejía, antes de la visita de una señorita, es señal de que estas enamorado. Renuncio al deseo de tener visita femenina por la tarde, no sea que se cumpla el dicho.
Viendo el botiquín y el armario de cosméticos de un soltero no es difícil adivinar su edad. A los treinta, en el botiquín sólo tenía Espidifén para las resacas, Radiosalil para calmar los daños colaterales de hacer deporte (golpes y torceduras) y un tubito de aciclovir para las herpes labiales. Ahora hay una docena y media de referencias. Con treinta, los cosméticos se reducían a un bote de Sanex en la bañera y al gel de afeitar, el bálsamo after y un bote de colonia para ocasiones especiales. Tampoco haré una lista exhaustiva de lo que hay ahora, pero confesaré que no podría pasar sin un gel de aloe vera para la cara y las manos.
El pasillo se apaña rápido, así que le doy una pasadita a todos los enchufes, manetas y pomos metálicos de la casa. Cuando creo que ya estoy listo por hoy, me doy cuenta que las fotos que hay colgadas en el pasillo y en la Cueva tienen algo de polvo. En total son 73 portafotos de cristal (sin marco), de 20*30 cmts, 43.800 centímetros cuadrados. Un día más, aplico la técnica de Henry Ford y cae otro capítulo más de "Vikingos", pero no me entero de mucho. Las fotos sirven como soporte a la memoria y impiándolas afloran muchos recuerdos. Paro el disco duro multimedia y pongo música de fondo mientras me entrego a la nostalgia.
Hoy hay Champions y bajo a ver el Barça a la cervecería. Quieras o no, piden cañas para todos y vuelvo a casa con cuatro en el cuerpo. No son muchas pero, de un tiempo a esta parte, el alcohol no me sienta bien. En lugar de abrirme puertas a la percepción que normalmente están cerradas como sucedía antes, ahora me cierra las pocas que tengo abiertas y me deja muy cansado. Llego a la conclusión de que, con toda certeza, resultará que ya me he bebido todo el cupo de alcohol que tenía asignado a esta vida. Tampoco es un drama; excepto una copita de rioja con un buen trozo de carne, puedo vivir sin tomar bebidas alcohólicas. Con lo que he llegado a chupar... ¡cómo cambian las cosas!
Hay dos cosas que me matan; el alcohol y el tabaco, sobre todo la segunda. Sé como dejar de fumar, lo he conseguido una decena de veces. Sé como no volver a encender un pitillo y cuando debo empezar. Jamás volveré a escribir "he dejado de fumar" porque no podré decirlo con la cabeza bien alta hasta el día que muera. En mi caso, esa batalla es para toda la vida.
(la foto es de hace dos o tres veranos, lo que certifica la premeditación y la reincidencia, espero que Dios no tenga dos ruedas, pedales y manillar)
Para hoy miércoles me he reservado el baño y el pasillo. El primero lo termino demasiado rápido (no es ni "mediano") y decido quitarle los restos de cal a la mampara de cristal de la bañera, un rato, hasta que me doy cuenta que es un coñazo superlativo y lo anoto a la lista de tareas para la chica que viene a cuidar los gatos cuando no estoy y que, de paso, me da un repaso al piso para que cuando vuelva no me agobien las bolas de pelo de gato por todos los rincones.
Para compensar ese dribling a las cosas bien hechas, desinfecto con aguafuerte y un estropajo toda la bañera. Una vez leí que si te descubres frotando la tina con lejía, antes de la visita de una señorita, es señal de que estas enamorado. Renuncio al deseo de tener visita femenina por la tarde, no sea que se cumpla el dicho.
Viendo el botiquín y el armario de cosméticos de un soltero no es difícil adivinar su edad. A los treinta, en el botiquín sólo tenía Espidifén para las resacas, Radiosalil para calmar los daños colaterales de hacer deporte (golpes y torceduras) y un tubito de aciclovir para las herpes labiales. Ahora hay una docena y media de referencias. Con treinta, los cosméticos se reducían a un bote de Sanex en la bañera y al gel de afeitar, el bálsamo after y un bote de colonia para ocasiones especiales. Tampoco haré una lista exhaustiva de lo que hay ahora, pero confesaré que no podría pasar sin un gel de aloe vera para la cara y las manos.
El pasillo se apaña rápido, así que le doy una pasadita a todos los enchufes, manetas y pomos metálicos de la casa. Cuando creo que ya estoy listo por hoy, me doy cuenta que las fotos que hay colgadas en el pasillo y en la Cueva tienen algo de polvo. En total son 73 portafotos de cristal (sin marco), de 20*30 cmts, 43.800 centímetros cuadrados. Un día más, aplico la técnica de Henry Ford y cae otro capítulo más de "Vikingos", pero no me entero de mucho. Las fotos sirven como soporte a la memoria y impiándolas afloran muchos recuerdos. Paro el disco duro multimedia y pongo música de fondo mientras me entrego a la nostalgia.
Hoy hay Champions y bajo a ver el Barça a la cervecería. Quieras o no, piden cañas para todos y vuelvo a casa con cuatro en el cuerpo. No son muchas pero, de un tiempo a esta parte, el alcohol no me sienta bien. En lugar de abrirme puertas a la percepción que normalmente están cerradas como sucedía antes, ahora me cierra las pocas que tengo abiertas y me deja muy cansado. Llego a la conclusión de que, con toda certeza, resultará que ya me he bebido todo el cupo de alcohol que tenía asignado a esta vida. Tampoco es un drama; excepto una copita de rioja con un buen trozo de carne, puedo vivir sin tomar bebidas alcohólicas. Con lo que he llegado a chupar... ¡cómo cambian las cosas!
Hay dos cosas que me matan; el alcohol y el tabaco, sobre todo la segunda. Sé como dejar de fumar, lo he conseguido una decena de veces. Sé como no volver a encender un pitillo y cuando debo empezar. Jamás volveré a escribir "he dejado de fumar" porque no podré decirlo con la cabeza bien alta hasta el día que muera. En mi caso, esa batalla es para toda la vida.
Efectivamente, el alcohol me deja cansado; al llegar ni me siento ante los folios en construcción. Apago el ordenador y vuelvo a dormir diez horas y media de tirón. El jueves levanto con pocas ganas de nada. O ninguna, para ser más exactos. En el mundo exterior diluvia, lo que reduce drásticamente las opciones de penitencia. Hoy toca la cueva, donde, en teoría, hay poco que eliminar. Pongo música y cojo un cepillito y un trapo y me dedico a escuchar música mientras le quito el polvo a las figuritas de frikie que tengo y a los cd´s.
Encuentro en un cajón todas las fotos que he ido renovando de los portarretratos. Tengo copia por triplicado de todas ellas así que, desde hoy mismo, tengo otro cajón libre en la Cueva. Encuentro dos que las guardé porque esperaba un milagro. Pero los milagros no existen.
Desmantelo un ordenador cuyo disco duro se jodió hace un año y del que he aprendido a prescindir. Hace tres años solía trabajar muchas veces con tres a la vez, alguno de ellos con dos o más tareas o procesos en marcha. Desde que dejé de trabajar como asalariado me quité ese vicio horrible. Eso ha hecho que me vuelva más incapaz de manejar multitareas pero (no es casualidad), cometo menos errores en las que hago, amén de disfrutarlas más. Correr es de cobardes, ya lo comenté en un post, hace tiempo. En otro, es cierto, me contradije, afirmando que "correr es de atletas". Se debe tomar como la excepción que confirma la regla.
Quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio...
Del ordenador me quedo el doble ventilador del disco duro, la fuente de alimentación, el ventilador principal y una de las grabadoras, por la simple razón de que, si las tiro, serán las piezas que se estropearán la semana que viene en el otro PC, que empieza a acumular muchas horas por encima de su vida esperada. En esta vida, una de las cosas que hay que intentar evitar a toda costa es chulearle a la Ley de Murphy.
Tengo una treintena de películas en DVD que van todas a otra bolsa de deshecho. El reproductor de se salva por los conciertos que tengo en ese formato, aunque no soy capaz de recordar la última vez que lo usé para reproducir un disco desde que compré el almacén multimedia. Vacío los cajones del escritorio y les paso un trapo húmedo. La mitad de cosas que había en ellos no regresan a sitio.
Chequeo la tablet de nuevo (no arrancaba) y tengo que resignarme a que se jodió. Puedo acceder a los datos, pero la pantalla no muestra más que una tenue luz. Este ha sido el mes de la electrónica en el Bidán Inglés. Además del accidente de la tablet, perdí un reproductor mp3, se me cayó otro al WC al levantarme medio dormido a echar un pis y el e-reader se niega a retroiluminarse. Demasiadas opciones de regalo navideño para mi castigada economía. Veo dos capítulos más de "Vikingos" esperando las ganas de escribir y termino yéndome a cama algo ansioso por que no aparecen por ningún lado, ya van cuatro días.
Me despierto a las seis y cuarto y a las siete ya me doy cuenta de que no me volveré a dormir. Me pongo a Federico Jimenez Losantos y al cabo de seis minutos ya tengo la adrenalina suficiente para abandonar el reconfortante envoltorio del edredón.
Hoy viernes toca la cocina, que presenta un aspecto muy próximo a "asqueroso". Me coloco los auriculares inalámbricos, cargo los discos de Midlake, Jeremy Jay y Tanya Donelly y me dispongo a sacar todo lo que hay en los armarios superiores. Me cuestiono seriamente por que tengo seis piezas de algunos platos y tazas si nunca comemos más de tres, cuatro a lo sumo, en casa. El espacio que ocupan tampoco es vital y conservo la mayoría, pero no perdono los vasos de tubo. Esos si que no se usarán bajo ningún concepto y los meto en una caja para mi colega del bar.
Repaso fechas de caducidades de harinas, arroces, latas y pasta y certifico con satisfacción que todo está para aguantar el invierno. Este año he tenido que tirar poquísima comida, algo que me produce unos remordimientos enormes. Algún tomate escaqueado y algún brik de leche a medias, como mucho. Repito el proceso de enjabonar con estropajo, esta vez en los armarios bajeros y vuelvo a indultar una limpieza más al wok y a la fondue que están por estrenar, hoy estoy blandito, está claro. Me libro de limpiar el interior del horno, evidentemente por falta de uso. Hago ensaladilla rusa para manchar lo menos posible y bajo a la cervecería a socializar un poco, aprovechando el partido de fútbol. En lugar de las cañas habituales, pido Burn con mucho hielo. Solo. Tomo dos, uno por parte.
Este detalle cambia muchas cosas y, al llegar a casa, se me escapan las letras por los dedos. Me pongo con el artículo para Letra en Obras, pero se me va la mano y a las seis de la mañana, tengo cinco folios, un exceso para lo que quieren. La primera premisa de lo publicado en internet es "corto" (pienso en este post y me da la risa). Decido repasarlo mañana y recortar por algún sitio. No tiene que ser difícil, en este país esa es la cultura que hay.
Vuelvo a dormir cuatro horas y media. El café parece revivir los dos Burn de anoche y hago la tanda completa: Media hora de Pilates, media de meditación y una hora de bicicleta. Después de la ducha me siento increíblemente estupendo. El día en que las dos primeras horas de todos mis días puedan empezar de esta forma, seré libre de verdad.
Me siento increíblemente inspirado y aprovecho para grabar La Cage Sessions 15. Me hacen falta sólo dos intentos para que quede más que aceptable y paso el resto del día editándola, separando pistas y subiendo a la nube las diferentes versiones. Mientras hago eso, aprovecho para revisar el artículo que dejé medio montado anoche (leer y escuchar música no se consideran "dos tareas simultáneas"). Los recortes convierten los cinco folios y medio en ocho. No tengo estados intermedios. O todo o nada. 0 o 1, soy un homenaje andante a la era digital. A las once de la noche me estoy cayendo sobre el teclado y decido ir pacama, donde caigo dormido en menos de diez minutos, pero a las cinco ya vuelvo a estar poniendo una cafetera, es muy posible que el café tenga mucho que ver en este estado de pseudo-insomnio en el que vivo. Recojo el resto de la cocina en compañía de Franz Ferdinand, Frankie Rose y Fleetwood Mac.
Pienso en el sentido y la intención del artículo que le he mandado a Letra en Obras y, con cierta amargura, reconozco que cada vez tengo más claro que, en este país de mierda, no se va a montar una revolución y esto va a ser peor que una plantación sureña de algodón. Lo malo del asunto es que soy demasiado joven para ideólogo y demasiado viejo para montar barricadas. Si, sólo me queda una salida, emigrar.
Procastino a ratitos y cuando la cocina está para una foto de revista de decoración proletaria (aún no hay ninguna y ese nicho tiene holgura) es la hora de la carrera de Moto3. Termino odiando más profundamente de lo que lo hacía, a Nico Abad y a la realización de Tele 5. ¿Por que no ofrecen una versión de pago sin cortes publicitarios y con alguien al micro que sepa hablar? Esta temporada, ver las carreras de motos no ha sido bueno para mi karma. Si el año que viene siguen igual, las voy a visionar en diferido por internet, como hacen un par de amigos míos con la cabeza mejor amueblada que la mía. Durante Moto2, me echo una siestita con el volumen muteado.
Encuentro en un cajón todas las fotos que he ido renovando de los portarretratos. Tengo copia por triplicado de todas ellas así que, desde hoy mismo, tengo otro cajón libre en la Cueva. Encuentro dos que las guardé porque esperaba un milagro. Pero los milagros no existen.
Desmantelo un ordenador cuyo disco duro se jodió hace un año y del que he aprendido a prescindir. Hace tres años solía trabajar muchas veces con tres a la vez, alguno de ellos con dos o más tareas o procesos en marcha. Desde que dejé de trabajar como asalariado me quité ese vicio horrible. Eso ha hecho que me vuelva más incapaz de manejar multitareas pero (no es casualidad), cometo menos errores en las que hago, amén de disfrutarlas más. Correr es de cobardes, ya lo comenté en un post, hace tiempo. En otro, es cierto, me contradije, afirmando que "correr es de atletas". Se debe tomar como la excepción que confirma la regla.
Quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio, quiero vivir despacio...
Del ordenador me quedo el doble ventilador del disco duro, la fuente de alimentación, el ventilador principal y una de las grabadoras, por la simple razón de que, si las tiro, serán las piezas que se estropearán la semana que viene en el otro PC, que empieza a acumular muchas horas por encima de su vida esperada. En esta vida, una de las cosas que hay que intentar evitar a toda costa es chulearle a la Ley de Murphy.
Tengo una treintena de películas en DVD que van todas a otra bolsa de deshecho. El reproductor de se salva por los conciertos que tengo en ese formato, aunque no soy capaz de recordar la última vez que lo usé para reproducir un disco desde que compré el almacén multimedia. Vacío los cajones del escritorio y les paso un trapo húmedo. La mitad de cosas que había en ellos no regresan a sitio.
Chequeo la tablet de nuevo (no arrancaba) y tengo que resignarme a que se jodió. Puedo acceder a los datos, pero la pantalla no muestra más que una tenue luz. Este ha sido el mes de la electrónica en el Bidán Inglés. Además del accidente de la tablet, perdí un reproductor mp3, se me cayó otro al WC al levantarme medio dormido a echar un pis y el e-reader se niega a retroiluminarse. Demasiadas opciones de regalo navideño para mi castigada economía. Veo dos capítulos más de "Vikingos" esperando las ganas de escribir y termino yéndome a cama algo ansioso por que no aparecen por ningún lado, ya van cuatro días.
Me despierto a las seis y cuarto y a las siete ya me doy cuenta de que no me volveré a dormir. Me pongo a Federico Jimenez Losantos y al cabo de seis minutos ya tengo la adrenalina suficiente para abandonar el reconfortante envoltorio del edredón.
Hoy viernes toca la cocina, que presenta un aspecto muy próximo a "asqueroso". Me coloco los auriculares inalámbricos, cargo los discos de Midlake, Jeremy Jay y Tanya Donelly y me dispongo a sacar todo lo que hay en los armarios superiores. Me cuestiono seriamente por que tengo seis piezas de algunos platos y tazas si nunca comemos más de tres, cuatro a lo sumo, en casa. El espacio que ocupan tampoco es vital y conservo la mayoría, pero no perdono los vasos de tubo. Esos si que no se usarán bajo ningún concepto y los meto en una caja para mi colega del bar.
Repaso fechas de caducidades de harinas, arroces, latas y pasta y certifico con satisfacción que todo está para aguantar el invierno. Este año he tenido que tirar poquísima comida, algo que me produce unos remordimientos enormes. Algún tomate escaqueado y algún brik de leche a medias, como mucho. Repito el proceso de enjabonar con estropajo, esta vez en los armarios bajeros y vuelvo a indultar una limpieza más al wok y a la fondue que están por estrenar, hoy estoy blandito, está claro. Me libro de limpiar el interior del horno, evidentemente por falta de uso. Hago ensaladilla rusa para manchar lo menos posible y bajo a la cervecería a socializar un poco, aprovechando el partido de fútbol. En lugar de las cañas habituales, pido Burn con mucho hielo. Solo. Tomo dos, uno por parte.
Este detalle cambia muchas cosas y, al llegar a casa, se me escapan las letras por los dedos. Me pongo con el artículo para Letra en Obras, pero se me va la mano y a las seis de la mañana, tengo cinco folios, un exceso para lo que quieren. La primera premisa de lo publicado en internet es "corto" (pienso en este post y me da la risa). Decido repasarlo mañana y recortar por algún sitio. No tiene que ser difícil, en este país esa es la cultura que hay.
Vuelvo a dormir cuatro horas y media. El café parece revivir los dos Burn de anoche y hago la tanda completa: Media hora de Pilates, media de meditación y una hora de bicicleta. Después de la ducha me siento increíblemente estupendo. El día en que las dos primeras horas de todos mis días puedan empezar de esta forma, seré libre de verdad.
Me siento increíblemente inspirado y aprovecho para grabar La Cage Sessions 15. Me hacen falta sólo dos intentos para que quede más que aceptable y paso el resto del día editándola, separando pistas y subiendo a la nube las diferentes versiones. Mientras hago eso, aprovecho para revisar el artículo que dejé medio montado anoche (leer y escuchar música no se consideran "dos tareas simultáneas"). Los recortes convierten los cinco folios y medio en ocho. No tengo estados intermedios. O todo o nada. 0 o 1, soy un homenaje andante a la era digital. A las once de la noche me estoy cayendo sobre el teclado y decido ir pacama, donde caigo dormido en menos de diez minutos, pero a las cinco ya vuelvo a estar poniendo una cafetera, es muy posible que el café tenga mucho que ver en este estado de pseudo-insomnio en el que vivo. Recojo el resto de la cocina en compañía de Franz Ferdinand, Frankie Rose y Fleetwood Mac.
Pienso en el sentido y la intención del artículo que le he mandado a Letra en Obras y, con cierta amargura, reconozco que cada vez tengo más claro que, en este país de mierda, no se va a montar una revolución y esto va a ser peor que una plantación sureña de algodón. Lo malo del asunto es que soy demasiado joven para ideólogo y demasiado viejo para montar barricadas. Si, sólo me queda una salida, emigrar.
Procastino a ratitos y cuando la cocina está para una foto de revista de decoración proletaria (aún no hay ninguna y ese nicho tiene holgura) es la hora de la carrera de Moto3. Termino odiando más profundamente de lo que lo hacía, a Nico Abad y a la realización de Tele 5. ¿Por que no ofrecen una versión de pago sin cortes publicitarios y con alguien al micro que sepa hablar? Esta temporada, ver las carreras de motos no ha sido bueno para mi karma. Si el año que viene siguen igual, las voy a visionar en diferido por internet, como hacen un par de amigos míos con la cabeza mejor amueblada que la mía. Durante Moto2, me echo una siestita con el volumen muteado.
Cuando despierto, le doy un repaso al piso para darme cuenta de que me he olvidado de limpiar los cristales. Entra
luz suficiente y ahora es época de lluvia. Dos motivos suficientes para
posponer la tarea hasta la llegada de la primavera. Me voy a ver como
Márquez queda campeón del Mundo. Le envidio enormemente (y no estoy seguro de que esa envidia sea sana) por haberlo conseguido con 20 años. Tengo que conseguir morir satisfecho de mi paso por esta vida. Ahora mismo, superado el ecuador no lo estoy en absoluto. Me he limitado a flotar en ella demasiado tiempo, sumergiéndome muy pocas veces.
En la segunda revisión de este post ha sido cuando muchas cosas quedaronn claras. Imprimo 3 folios que contienen una palabra en Beat my guest a 210: Tinduf. Cuelgo uno en el baño, otra junto a la mesita de noche y otra en el corcho de la zona DJ, para no olvidarme de la meta para la que tengo trazado el plan de ruta, con sus correspondientes etapas. Esta mañana he empezado un nuevo Camino, literal y metafóricamente.
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En la segunda revisión de este post ha sido cuando muchas cosas quedaronn claras. Imprimo 3 folios que contienen una palabra en Beat my guest a 210: Tinduf. Cuelgo uno en el baño, otra junto a la mesita de noche y otra en el corcho de la zona DJ, para no olvidarme de la meta para la que tengo trazado el plan de ruta, con sus correspondientes etapas. Esta mañana he empezado un nuevo Camino, literal y metafóricamente.
4 comentarios:
Sin duda ha sido un placer leerte y recordar esta actividad casi redentiva como es una "limpieza a fondo", y digo recordar ya que me he dado cuenta de que hace muuuuucho tiempo que no la practico. Podríamos culpar a las muchas e inesperadas mudanzas o quizás a este vivir rápido.
Disfruta del Camino
La pasada semana un chico catalán (que había recorrido medio mundo) definía el Camino de Santiago como la mejor de sus experiencias vitales. Yo le dije que tenia muchas ganas de caminar pero que no habia encontrado el momento oportuno.
Según él, es el Camino el que te llama...pues bien, no sé si es que aún no me ha llamado o si estoy ignorando la llamada.
Elba
A poco que puedas, no la ignores, Elba.
Si lo tuviera que definir con una palabra, esa sería "mágico". Seguro que no te defrauda.
Si quieres, puedes apuntarte a alguno de los que haré el año que viene.
Buenas, he visto tu web y me ha gustado mucho. Me interesaría realizar un intercambio de enlaces con la mia, mi web es www.casas-apuestas.es
Si te interesa puedes ponerte en contacto a este correo admin@casas-apuestas.es
Espero tu respuesta y sobretodo que mi blog sea de tu agrado.
Saludos
Juan
Te agradezco el ofrecimiento, Joan Miquel, pero no enlazo sites de juego con EV- en este blog.
Tu web está muy bien currada, eso hay que decirlo. Que tengas suerte con ella.
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