Despierto a las dos de la tarde en el sofá. Quise ver las carreras de motos, pero la deficiente señal de T.V. que tenemos en Miño con la marea baja y el cansancio acumulado me dejaron frito antes de que empezara Moto2. Llevo unos cuantos días durmiento pocas horas, liado con varias cosas a la vez y el cuerpo, que de si mismo sabe un rato, hoy decidió que tocaba que le devolviera las horas de sueño que le he robado estos días atrás.
Una pena que, para una vez que gana Pedrosa, me quedo dormido y no lo veo. Igual hablo con él para que me pague por no ver sus carreras y no gafarle así con mis ganas de que llegue primero.
Fuera hace un día de verano espléndido y miro el ordenador para confirmar la fecha; 2 de octubre. Bajo a tomar un café y a disfrutar del día que no entiende de calendarios, en la terracita que tengo al lado de casa. No me arriesgo a leer las noticias, para no quedar anonadado con sucesos como el del típo que le descerrajó un tiro en la cara a una embarazada, en una Iglesia, historias que me suelen dejar un rato dándole vueltas a que carallo puede haber dentro de la cabeza de alguien para cometer tal barbaridad, sin obtener respuesta válida, así que me sumerjo en los dominicales, que siempre traen algún artículo interesante.
Antes, me entretengo con la foto de portada de La Voz, donde se ve la playa coruñesa, el día anterior. Suelo contar los top-less que hay, en un entretenimiento que, me consta, no soy el único que practica, aún a riesgo de perder alguna dioptría en el esfuerzo.
Las conversaciones de las mesas de mi alrededor giran todas en torno al día de playa que hace. Aqui somos muy dados a hablar de la climatología y caigo en la cuenta del tiempo que hace que no suena el teléfono a las nueve de la mañana de un domingo. Antes, la gente de interior llamaba a cualquier número de Miño, al azar, para preguntar que día teníamos. Si tu respuesta era la que esperaban, sol, cogían los bártulos y se venían a la playa. Eso ya no sucede. Supongo por que internet está bastante más extendido que hace cuatro o cinco años y es más fiable consultar el Meteogá que llamar a un teléfono a bollo y arriesgarte a que un lugareño te mienta para que no vengas a ensuciar la playa.
En los suplementos, la aparición del presunto broker en la BBC copa muchas opiniones. Sea un actor o no lo sea, no contó ninguna mentira. La codicia, después del sexo, es el segundo motor de la humanidad. Indignarse por que hay gente muy codiciosa es bastante hipócrita. Codiciosos los hay a todos los niveles. ¿O no fué la avaricia lo que movió a mucha gente del montón a poner los ahorros de toda una vida en mano de unos timadores muy bien organizados, en el caso de Fórum Filatélico, por poner un ejemplo?.
Sucede que hay gente que tiene más medios que la mayoría para sacarle rendimiento a sus anhelos de conseguir más dinero, como es el caso de los brokers que mueven el dinero de los codiciosos. Indignarse por eso puede ser hasta hipócrita. Lo que habría que hacer, en todo caso, sería poner trabas en forma de impuestos a las especulaciones financieras y no criticar unos sentimientos que son esencia en el ser humano.
Después de leer un artículo sobre Steve Jobs, quien parece que disputa una lucha muy complicada contra el cáncer, apunto en la BB (que ha sustituido definitivamente a mi característica libretita) la frase que cierra el reportaje.
Steve Jobs es un tipo peculiar lleno de anécdotas sobre su forma de trabajar. El autor de la frase "La gente no sabe lo que quiere hasta que se lo muestras" es el culpable intelectual de mucha de la tecnología portátil que utilizamos a diario. La noche anterior a la presentación del iPod, por ejemplo, hizo cambiar todas las clavijas de conexión por que no hacían el "click" adecuado al insertarlas en su invento.
Al contrario que Bill Gates, deja el asunto de las contribuciones sociales a su mujer, por considerarlas poco productivas. Es un tipo que siempre fue un adicto al trabajo y que, ahora, se ha visto obligado a dejar sus cargos en el curro y destinar su tiempo a lo que más quiere, su familia. Nadie le ha preguntado cuantas horas de las que destinó a trabajar quisiera recuperar, ahora, para estar con los suyos. La pregunta sería incómoda, al menos.
La frase anotada es: "La muerte es el mejor invento de la vida. Desde los 17 años, cuando me miro al espejo, me pregunto si lo que voy a hacer hoy sería lo que haría si fuese el último día de mi vida".
Me recuerda, por enésima vez este año, la importancia de cada día que tenemos de regalo.
Pienso en el legado que le dejaría yo a la humanidad si muriese mañana y trato de hacer una lista. Es fácil. Con un folio en blanco, no hace falta bolígrafo.
Me pregunto si es necesario que deje algún tipo de legado, a la humanidad. Esta pregunta es interesante pues si la respuesta fuese "no", haría bien en tirarme mañana mismo de un puente. Quizá, lamentablemente para la especie, creo que si puedo dejar un poquito de huella.
Empezaré por terminar la sesión de música New Wave de los 80 que inicié hace un par de meses y que estoy colgando el el blog de las sesiones. Pretendo que sea una colección de canciones que marcaron una época. De la música y de la vida de mucha gente. Nada más, que no es poco. Ya existen algunas compilaciones en cd, pero nadie (aún) trató de hacer una sesión de 7 horas, toda de seguidito. Ahora mismo ya llevo cinco grabadas y publicadas. Cuando la acabe, habrá una segunda parte, aunque ésta esperará unos meses. Otras compilaciones musicales están antes en la lista de tareas.
La novela pasa a ocupar un plano absolutamente preferente en mi tiempo. No tiene, necesariamente, que formar parte de lo que deje hecho en esta vida. Pero puede ser una palanca para hacer otras cosas. Y no sabré si realmente es una mierda, o no, hasta que la termine, así que cuanto antes lo haga, antes lo sabremos. Con el debido apresuro, pero sin imprimirle prisa innecesaria ninguna.
Son pequeñeces, para empezar. Tengo alguna idea algo más interesante encima, pero no dejaré que me invadan los delirios de grandeza hasta que no me demuestre que puedo empezar (y terminar, ahí es donde fallo muchas veces) tareas más humildes.