En casa, suena Cadena Dial, en esa frecuencia. No sé porque fuí a mirarlo. Hago muchas cosas por corazonadas y cuando vi las cifras en la pantalla de la báscula lo primero que hice fué conectar la radio. Withney Houston, que sorpresa. No era una señal, vamos. O si lo era, no en ese sentido. Será por drogas...
Pensé en 888. ¿un torneo? ¿un parche? ¿a mi? No creo que se hayan vuelto majaras. Y esponsorizar a alguien por su peso, tendría delito, aunque cosas peores se han visto.
Así que decidí que era eso sólamente. Mi peso. A veces las cosas son lo que parecen.
No me colocaba sobre la báscula desde el 15 de marzo del año pasado. Aquel día arrojó una cifra espléndida; 78.8. Por aquel entonces hacía 25 kilometros diarios en bici, 2000 metros de piscina y pasaba una hora en el gimnasio. Y dedicaba una hora diaria a hacer meditación. La búsqueda del mens sana in corpore sano.
El 31 de ese mes, mi mundó tropezó y empezó a renquear. Dejé de hacer meditación porque no me gustaban los fantasmas con los que me encontraba ni encontraba respuestas a algunas preguntas. Además, unas molestias crecientes en la espalda terminaron con el diagnóstico conocido; 3 discos de la columna, jodidos. Y se terminó el ejercicio.
Han pasado 10 meses. Conforme se acababa el año fuí volviendo a la meditación, a ratos. Ahora me llevo bien con los fantasmas de primavera del año pasado. Y la espalda me permite hacer ejercicio, de nuevo. Despacito, dice el doctor, que ha estado un tiempo parada y tampoco eres un chaval, ya. Bueno, despacito iremos. Pero hay algo de tiempo perdido por recuperar. Y algo de peso recuperado por perder. Diez quilos, diez meses, como ya hice la otra vez.
He estado varios días fuera de casa. Entre el EsPT y el tratamiento para la espalda, se han ido tres semanas. Hoy tocaba organizarse un poco.
Pasé el día recogiendo un poquito la casa, poniendo lavadoras y secadoras y salí a llenar un poco la nevera y a darle novedades a la doctora. Recargué el botiquín en la farmacia. Tengo un arsenal para entrullar a un ciclista. Bajé hasta la playa, que había echado de menos. Soplaba aire, pero nada comparado con el viento de mierda constante y pesadísimo de Reus. Después de comer desvirgué una nueva serie; United States of Tara. Promete. Contesté una treintena de mails que tenía pendientes. Me peleé dos horas con el ordenador, el router y con ambos. Vencí. A las dos de la madrugada abrí el archivo de la novela, intacto desde diciembre. Retomé el contacto con el narrador y escribí tres folios, antes de que me diera un ataque de sueño profundo. Tengo que empezar a escribir antes, tengo que empezar a escribir antes, tengo que empezar a escribir antes...
Como primer día de una nueva vida ha sido bastante vulgar...
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