Las luces se abren a las siete de la mañana. Esta vez no tuve a nadie en la litera de arriba y pude esparcir mis cositas en ella, con lo que recogerlas fué más sencillo que la mañana anterior.
Al salir al exterior, no hay sensación de frío, al menos para estar en Noviembre. La gente duda cuánto abrigarse. Yo soy de "más vale un por si acaso" que un "yo creía...". En mi último trabajo saqué un doctorado en anticipación a los problemas. En la puerta de salida de la habitación comunal, hay una frase que anoté mentalmente: "El turista exige, el peregrino agradece". Vi ambas facetas. Gente que pagando 5 euros por dormir se quejaba que el chorro de agua caliente no tenía suficiente presión, por ejemplo... ¿que quieres, por ese precio?. Si quieres más, vete a un hotel, nenaza...
Para variar, fuí casi el último en llegar a desayunar. El comedor del albergue bullía de movimiento.
Tostadas con un dedo de mermelada, zumo de naranja y té. Es la primera ingesta y espero parar un par de veces a repostar....
Al empezar a andar, se preveía un día estupendo. Al menos, la mañana. Miguel probó el truco de Paola para los pies; colocar una compresa entre el pie y el calcetín. Yo no me atreví. Preferí cambiarme los calcetines un par de veces y tirar de Eudermin spray (gracias, Mamá). No sé que tal sale el invento, pues a Miguel ya no lo ví más en todo el Camino.
Al atravesar Vilafranca, vemos una casita en venta. 100m2 de bajo y dos pisos.
- Mira, para montar un albergue, dije.
- O le ponemos unas luces rojas, unas bragas colgadas en el tendedero y la llenamos de chicas, que tampoco sería mal negocio...
Juer... Saben más del Camino que yo, así que no digo nada. Pero probablemente sería un buen negocio. No muy en la línea del espíritu del Camino, pero no todo el mundo viene por motivos espirituales o religiosos, claro. "El reposo del peregrino" sería un nombre adecuado...
En el pueblo hay una tranquilidad total a las ocho de la mañana. Aqui se vive a otro ritmo.
Los primeros kilómetros de subida transcurrieron al lado del río. No conecté el ZEN. El sonido del agua discurriendo entre las piedras es mejor música que la mayoría de mierdas que me tragué la tarde anterior. Todo lo que llevaba eran incógnitas, así que no me arriesgué.
A la hora de camino, Vilafranca se va alejando al fondo del valle...
Pensé que había ido para 7 días y desde Ponferrada eran 10 etapas. Si quería llegar a tiempo de jugar en La Toja, tenía que ganar 2, algo complicado. Ya veríamos.
La etapa es toda, toda, toda, de subida...
Sólo tenía agujetas en los músculos tibiares anteriores. Me comentaron que no me preocupase, que el dolor va dando vueltas por el cuerpo, aleatoriamente. Verídico.
El día iba clareando y los pájaros unieron sus trinos al murmullo del río en una deliciosa melodía.
En una de las fotos, nos adelantó el grupo de Isla Cristina, que usaron el servicio de subida de mochilas. Por 4 pavos, puedes ahorrarte cargar con ella. No es mala idea.
Miguel fué contando historias de toreros. Periquillo se lo hubiese pasado de puta madre con ellas, pero yo no conozco a ninguno. El chaval de rojo se ve que triunfó este año en Las Ventas. Me repetí varias veces: No sacar "tortura de animales" como tema de conversación....
El día era estupendo y paramos para quitarnos algo de ropa, guantes y forro polar.
La primera rubia que vi en el Camino....
Miguel me avisó: "En el camino se fuma como nunca, se bebe como nunca y se folla como siempre... ¡ná!". Puedo certificarlo.
Nos adelantó un famoso, acostumbrado a que le aplaudan veinte o treinta mil presonas que, comentó Miguel, "viene al Camino cada año, como cura de humildad. A encontrarse con su humanidad primigenia, a recordar quien es realmente". Interesante.
Poco a poco, con mis paradas para hacer fotos, los fuí perdiendo hasta quedar solo. Al dejar la vera del río, conecté el ZEN. A estas alturas, de cintura para abajo, me dolían todos los componentes de mi anatomía, excepto... bueno, ese... El ritmo que había imprimido de inicio la cuadrilla era demasiado elevado para mi nula preparación andarina.
Conforme iban cayendo las curvas, el dolor se hacía complicado de controlar mentalmente. Había pasado ese umbral con las caderas y con los tibiales anteriores. Tocaba luchar con él.
Llegué a Valcarce bastante malladito. Dos colas y un bocata de tortilla: 6,40 €. La cuadrilla de toreros ya había partido y están los Isleños. Me senté en la terracita a leer La Voz, poner los pies en alto y cambiar los calcetines por primera vez. Quería llegar arriba y si no recuperaba algo, pensaba que no podría lograrlo. De los que salimos de Vilafranca iba último con diferencia. Pero el Camino no es una competición. Y si lo es, es contigo mismo.
Frente al restaurante, hay un albergue que parece bastante acogedor...
Empezó a refrescar y saqué de la mochila el jersey, los guantes y la braga para el cuello. Un cartel en el camino parecía estar colocado para tranquilizar al caminante cansado. Me asaltó una pregunta... ¿Ha muerto alguien, haciendo el Camino?
En Vega de Valcarce ya andaba como un zombi. No sabía cuanto quedaba y no quería saberlo. De hecho, de haberlo sabido, me hubiese quedado ahi.
El homónimo de Crystal Castles era un casi-seguro y, efectivamente, 6 cortes han venido a engrosar la colección musical. Y otro cd que se venderá gracias a las descargas ilegales. The John Spencer Blues explosion suenan muy bien, pero no son mi estilo. Notita para recomendárselas a Beni, del Non Sei y a Charlie, del Penique. A ellos les molará.
Iba ignorando el dolor. El dolor es sólo eso, dolor. Pero tenía miedo de forzar demasiado algún componente del organismo y romperlo. Debían ser las dos de la tarde y en cuatro se iba a poner el sol.
En Ruteira, hice la segunda parada. Tumbado en un banco del área de descanso, la vista era esta:
Pincho el Disintegration de The Cure. El título venía que ni al pelo. Cargué los dos cd´s extra de la reedicion de lujo. Los animales domésticos con los que me iba cruzando me observaban absolutamente indiferentes. Otro pringao, debía pensar este minino....
En Ruteira, también me crucé con las coreanas del albergue de Ponferrada. ¡que majas! Iban cargadas de guías y se me ocurrió preguntarles cuanto falta hasta O Cebreiro. La respuesta fué descorazonadora: ¡11 kms.!. Joder... esperaba 5 o 6... Eso suponía llegar de noche casi fijo. Decidí jugármela imprimiendo un ritmo algo mas alegre, aún a riesgo de fundirme. Sin dolor no hay gloria, dicen...
¿Adelantar? ¿Adelantar? ¿a quien? Nunca antes una señal de tráfico me pareció sarcástica...
¿Dije que tooooooda la etapa es de subida? Ahi va un ejemplo, tomando como referencia la autovía A-6.
Hora y media después, la misma autovía. Sin haber visto un solo bar ni una casa habitada donde pedir agua. Totalmente deshidratado. Tienes todo el tiempo del mundo para enfrenarte a tus demonios interiores, que salen, lo aseguro. Descubres puntos de vista que antes ni se te habían pasado por la mente.
Y otro ratito más tarde, la misma autovía. Cuando creías que no ibas a poder, descubres que puedes. Eso te da unas fuerzas extra para enfrentarte a muchos problemas de la vida cotidiana.
En Ferrerías me había equivocado. No ví la flecha amarilla que indicaba el desvío y seguí carretera arriba. De hecho, no veía los indios... ¿cómo iba a ver las flechas? (ya, facilón...). Llegué a la conclusión que ir sin una buena guía es de gilipollas. Ese día hice 7 kms. extra. 34 en total. Todos cuesta arriba...
El paisaje era espectacular, pero sólo estaba concentrado en dar un paso tras otro, un paso tras otro, un paso tras otro... El Out of mind de The Cure, me animaba algo...
I´ll be ok
i´ll be fine
i´m out of sight
i´m completely out of mind...
Fascination Street quedaba de cojones. Ya empezaba a ver lucecitas alrededor del campo de visión...
Un paso tras otro, un paso tras otro, un paso tras otro. Y una sed insoportable.
Disintegration, en una excelente version live de 1989, terminó siendo la banda sonora del Camino:
And mouth, and eyes and heart all bleed...
...
And i´m breaking apart again
breaking apart like i´m made of glass again, screaming
....
Now that in know that i´m breaking into pieces...
Entrar en Galicia es un pequeño respiro moral. El pueblo aparece a lo lejos...
Comprobé como el dolor, efectivamente, se va trasladando por diferentes partes de tu cuerpo. A esas alturas lo que más me ardía de suplicio eran las plantas de los pies. Agradecí la importancia de tener unos buenos brazos. Eso te permite cargar el peso del cuerpo en el bastón, haciendo trabajar al tren superior y ahorrando un paso de cada tres, con el consiguiente descanso para las piernas. Y así curran brazos y abdominales. Y tengo claro que la próxima vez iré con dos bastones y no uno. Sobre la manera de usarlos, yo me quedo con el bastón extendido al máximo, para poder cargar el peso mejor en los brazos. Sin bastón, no hubiese terminado esa etapa. Al llegar al pueblo, una estatua al peregrino te da la bienvenida. Obsérvese como agarra el bastón bastante arriba.
El Pueblo no era O Cebreiro, pero pensé que no podía estar demasiado lejos...
Paré en la primera tienda-bar justo cuando el sol se ponía detrás de las montañas, pedí una jarra de sin y compré una botella de orujo de hierbas. Eh!, do bó, que son galego, le dije, pues me iba a dar Rua Vieja, que no está mal, pero yo sabía lo que pedia. Se fué a la trastienda y volvió con una botella envuelta en papel de periódico. 6,80 € total. Era para celebrar la hazaña al llegar al albergue. Pregunté donde estaba y me dijeron que... ¡a 4 kms....! Eso suponía una hora y pico más de pateo que, obviamente, eran cuesta arriba. Me entraron ganas de llorar.
Pero tienes dos opciones: seguir o rendirte. Y no lo iba a hacer al segundo día, así que enfilé la carretera. Pedrafita quedó atrás...
Me coloqué el foquito en la frente, rollo soy mineeeeeeroooooo... para que me vieran los coches que venían de cara y evitar el atropello de un gilipollas. Pude leer sus pensamientos; Vaya pringao, mira que están jodidos de la cabeza....
El viento se puso pesado, se levantó niebla pero ya no sientía los pies, lo que fué una ventaja para seguir pateando.
Al ver el cartel de O Cebreiro certifiqué que cuando crees que ya no puedes más, ni te imaginas lo que aún puedes. Si no fuera por que estaba al otro lado de la carretera, me lo hubiera comido a besos.
Me acredité en el albergue, que está más que bien, con todo el cuerpo temblando. Conseguí ducharme, untarme de radio-salil de rodillas para abajo, hombros y lumbares y poner una secadora y me busqué un sitio para cenar. Allí me encontré a los de Isla Cristina. Como la ocasión merecía un homenaje y llevaba sin comer desde Valcarce, me ventilé un bonito chuletón de kilo, acompañado de un mencía con los muchachos. 31 €. No hay fotos por que me dejé la cámara en la mochila.
Al volver (tuvimos que entrar por una ventana), nos juntamos unos cuantos en el comedor del albergue y abrrimos la botella de orujo, que fué acompañada con alguna de vino y con unos taquitos de mojama. Cada uno puso lo que pudo.
Como no teníamos vasos de chupito, nos apañamos como pudimos.
Vamos, que si alguien tenía algo que se contagia por la saliva, lo pillamos todos....
Nos hicimos la primera foto de grupo del Camino.
Hubo un ratito de jolgorio y algarabía y luego, a dormir.
Siete horas de tirón, todo un récord. Otra vez dormí como un angelito.
Total de gasto del día: 50,40 €. Acumulado: 99,25 €
Para descargar todas las fotos del día (61, ya me iba animando), sólo hay que pinchar en el
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