miércoles, 28 de septiembre de 2011

Si la noche empieza surrealista, acabará surrealista

En el post de ayer me quedé contando que tenía un señor mayor delante en la escalera que lleva a la salida del casino, ayudándose de la barandilla como yo.  Cuando llegué a su altura le dije:

* ¿que? ¿la espalda jodida, también?

Me miró, sonrió y respondió:

* Gue ba. Es gue be dobé udos mojjitos de másss...

En el siguiente escalón, le falló la coordinación psicomotriz y trastabilló.  Le sujeté por el brazo para evitar que cayera y le acompañé en los últimos tres escalones.  Pedí el casco y la chaqueta y cuando iba a salir, el señor se estaba peleando con la puerta.  Si hay dos hojas y sólo abre una en una dirección la acertó al sexto intento.  Y en uno de ellos se dió con la puerta en la cara o dió con la cara en la puerta, no sabría precisar con exactitud.

Deberían ser casi las cinco de la mañana y el señor era carne de cañón para cualquiera que quisiera robarle.  Le pregunté si vivía lejos y señaló que a trescientos metros, más o menos.  

* ¿Le impota que le acompañe?  Creo que un hombro donde apoyarse le vendrá bien.
* Bor subuesdo gue do.

Así que pasé su brazo por mi hombro y empezamos a cruzar los jardines de Mendez Núñez.  Le pregunté si le esperaba alguien en casa y dijo que su mujer.  Menos mal, así no habría que meterle en cama...

Cuando íbamos por delante del edificio de R, empezó a andar con pasitos cortos.  Cuando me di cuenta de que era por que se le habían caído los pantalones a los tobillos empecé a buscar la cámara oculta.  Menuda nochecita...
Así que ya me ves, subiéndole los pantalones y tratando de que se los apretara un poco con el cinturón, cosa que no conseguí.  La gente que pasaba ponía unas caras dignas de ser filmadas.  Debíamos parecer un chapero con su cliente borracho.  Menos mal que mi reputación me la trae al pairo...

Al doblar por la siguiente calle a la Real, metió la mano en el bolsillo y sacó fichas del casino.  Se quedó mirándolas y dijo:

* Gagüenlabuta... Ni sabía gue las denía...  Vabos al gasino a jugarlas...

Cinco minutos más fueron necesarios para convencerle que el Casino ya estaba cerrado y que era mejor que las guardara para el día siguiente. Casi 400 pavos llevaba...

Seguimos andando, mientras me contaba batalllitas de abuelo Cebolleta.  En un momento en el que aflojé la sujección sobre su hombro, para acomodar la espalda y el casco, que me estaba cargando el brazo izquierdo, volvió a trastabillar.  Esta vez no fuí suficientemente rápido y se esparramó en el suelo.

Levantarle, tal y como tengo la espalda y con lo poco que colaboró, aún no sé cómo lo conseguí.  Cuando llegamos a su portal, vi que había un tramo de ocho o nueve escaleras hasta el ascensor que, con toda certeza, no iba a poder subir.  Le pedí las llaves y cuando dejé el casco en el suelo para abrir la puerta, se le volvieron a caer los pantalones.  Al intentar subírselos, volvió a terminar tendido en el suelo...

El pensamiento siguiente fué llamar a la Guardia Urbana, para que me echaran una mano.  Pero pensé en que la bronca que se llevaría por parte de su señora sería el doble si era la autoridad el que lo llevaba a casa, así que en un arrebato de solidaridad borrachil, decidí echar los restos, volver a subirle los pantalones, levantarle con las últimas fuerzas que me quedaban, subir las escaleras, meterlo en el ascensor y timbrar el piso que me dijo.  En ese momento sudaba a mares y me faltaba aire.  Al salir al rellano y doblar la esquina del mismo, se me volvió a escurrir y volvió a quedar tendido en el suelo, con los pantalones bajados de nuevo...

Llamé discretamente al timbre.  Vi que la mirilla se abría y se volvía a cerrar, pero no se abrió la puerta.  Volví a llamar e hice un ademán con el dedo señalando al suelo. Esta vez si se abrió la puerta y apareció una sorprendida señora cuya bata de andar por casa costaba, con toda seguridad, el doble que mi chaqueta de cordura con protecciones especiales.

Le expliqué que eso, que me lo encontré a la salida del casino y que no me pareció en condiciones de llegar solo a casa y que por eso decidí traerlo.  Creo que la señora entendió que yo era un empleado del casino, pero tampoco tenía ya ganas para demasiadas explicaciones adicionales.  Le conté a la señora mis problemas de espalda y que ya me era imposible levantarle.  Habló con él, tratando de que colaborara, pero fué inútil.

La solución que adoptamos fué arrastrarlo tirando cada uno de un brazo, hasta que estuvo tendido en el recibidor. Los tirones que le dimos le despejaron lo suficiente para que se dirigiera primero a su mujer y luego a mi en unos términos no demasiado amables

* Esdoy hasda los cojones de ti.  Y de di, dabbién...

Ji, ji, la gratitud humana, como te llena el espíritu.

Como el señor no hacía ademán de levantarse, le aconsejé a la señora que lo dejase ahi, con los pantalones bajados.  En algún momento, el frío o las ganas de mear le despertarían y verse de esa guisa ya le produciría suficientes remordimientos de conciencia.

Así que en ese punto me despedí, no sin recomendarle a la señora que cuando pusiera el pantalón de su marido a lavar no tirara esas fichitas de plástico que llevaba en el bolsillo, que en el Casino las cambiaban por dinero en efectivo.

Cuando llegué a Miño, metí la Daytona en el parking y me fuí a la Piscis a tomarme tres cervecitas casi consecutivas.  Cargar con borrachos da mucha sed...

18 comentarios:

Serysan dijo...

jajajaj tus historias son la caña bidan,estas echo un crack y todo un señor,ya te digo yo que si trincas unas cuantas fichas el viejo ni se entera,la vieja con el manton de manila ya podria averte dejao alguna propina de 100€ por traerlo a casa (o para que te lo volvieses a llevar) 1 saludo maquina

Albert Tortajada dijo...

Mi abuela me dijo que, de robar, se hacía a partir de un millón.
Si le llevo las fichas, la cartera, el reloj y los pantalones, no se entera, efectivamente.
Pero bueno, también recuerdo algún alma caritativa conmigo algún día que he ido pasado de copas, así que es justo devolver ese favor.
"Solidaridad borrachil!... :)

Creo que la propina de la señora mayor hubiese estado más en el lado de "por volvermelo a llevar". Pero no hubiese podido ni por 500, a no ser que me dejara tirarlo rodando por la escalera...

Ganas de haber visto el día siguiente de los dos, por un agujerito, no me faltan... :)

Anónimo dijo...

Entre las tetas de ayer y esto me tienes descojonao de risa. Quien ayuda a un borracho tiene el cielo ganado. Ole ahí.

Albert Tortajada dijo...

El cielo se lo he hecho ganar a tanta gente... :)

María Beatriz dijo...

Qué noche y qué final!! Me hiciste reír con lo que te pasó con ese señor!
Al menos, como dijo Serysan, la señora podría haberte dado una propina (aunque si hubiese sido mi marido ni siquiera abría la puerta Jaja!)

Besos

Albert Tortajada dijo...

No creo que la señora, en ese momento, pensase en eso.
Tampoco lo hice por una galletita, la verdad... :)

Si no me abre, tenía las llaves... Pero entonces si que llamo a la Guardia Urbana, no me fuese a meter en un lío...

oclocks dijo...

juas juas
que bueno! Descojonante.

Anónimo dijo...

Nueva operación con exito del señor lobo. Vaya risas me echo con usted.

Un abrazo

Tizona

Albert Tortajada dijo...

Descoyuntante, diría yo, ocklocks... Si no, le preguntas a mi espalda... :)

Vaya, Sr. Tizona, efectivamente esta puede ir al currículum de la vertiente Señor Lobo...

Anónimo dijo...

¡Que risas y que nochecita!

¿es así de simpáitca la novela?

Rudy

Albert Tortajada dijo...

la novela, en principio, es peor. Hay situaciones aún más surrealistas (el 30% son verídicas)
Ahora falta ver si tengo buebos de darle unoa estructura decente...

la MaLquEridA dijo...

Jajajajaja cada cosa que te pasa y yo que pensaba que sólo a mi me pasaban cosas surrealistas jaja.


Saludines.

Albert Tortajada dijo...

Pues ya ves que no eres la única... :)

ѕocιaѕ dijo...

jajajaja, que historia la tuya, vaya que hiciste una obra de caridad casi casi. Ahora lo que me pongo a pensar es que si con tu ayuda se le cayeron los pantalones en más de 2 ocasiones y terminaba en el piso, ahora imaginemos cómo le habría ido si se hubiese ido solo xD

Ahora que es realmente chistoso que todavía en su estado y quería egresar al casino =P al menos te estaba invitando jeje

Pues vamos por una cerveza que leerte sediento me dieron ganas de una también jajaja salud

Albert Tortajada dijo...

Solo, no llega. A no ser que le hubiese recogido la Guardia Urbana, cosa poco probable.
Lo más seguro es que se hubiese caido en los Jardines de Mendez Núñez y el servicio de limpieza se lo hubiese llevado, confundiéndolo con restos del botellón...

todavia dijo...

jajajajajajajajajajajajajajajaja


Ahora si no paraba de reir con tu post! caray! debieron filmarte!

Anónimo dijo...

Muy bonita la historia, hombre. Con los datos que ha dado y lo pequeño que es el Casino, me temo que todo el mundo sabrá ya quien ese señor. Gracias por su discreción, es usted una excelente persona.

Con este post y el comentario de las peras perfectas se confirma lo que todo el Casino del Atlántico piensa sobre usted.

Albert Tortajada dijo...

No suelo responder a los cobardes que se esconden en el anonimato, pero esta vez me apetece.

Señor anónimo: A mi no me parece pequeño el Atlántico. Igual es por que vengo de un pueblo.

Los sitios los hacen grandes la gente que trabaja en ellos o sus clientes. A mi, en el Atlántico siempre me trataron estupendamente, a pesar de que no soy un buen cliente. Ni habitual ni rentable por lo que me dejo en las mesas de juego, que es nada.

Cuando sucedió el detalle de la escalera, estábamos solos el señor, la señorita del guardarropía y yo. Nadie más puede identificar al señor. Él no creo que lo haga, yo no lo he hecho y no creo que la señorita lo haga. Me consta su discreción.

Si alguien más se dió cuenta del estado del señor y no hizo nada (ni pedir un taxi) entonces si que me parecería lamentable su actitud y encontraría usted la explicación a por que siente ustede que el Casino es un "sitio pequeño". Espero que no fuese así.

Cuando le comenté a la señorita del guardarropía que, viéndole en ese estado, lo mejor era acompañarle a casa, sus palabras fueron (aproximadamente, no las recuerdo exactamente) "Si haces el favor, te lo agradezco".

En la vida estamos para hacer favores en cuanto podamos, creo y yo no me lo pensé ni un momento, a pesar de las ganas que tenía de irme a mi pueblo y de lo cascada que tengo la espalda. Me han hecho muchos favores a lo largo de mi vida, así que se darme cuenta cuando alguien necesita un hombro.

Mis meteduras de pata son míticas, lo sé. Nunca son con mala intención, aunque muchas veces son muy desafortunadas.
Cada uno tiene su estigma. Uno de los míos es este. Lo prefiero a la cobardía de erigirme en portavoz del pensamiento de un colectivo y no tener los arrestos de firmar.

La próxima vez que vaya al Atlántico, será en el mensual de octubre. Tiene usted la oportunidad de decirme todo lo que ha dicho a la cara y explicarme por que no hizo usted algo por el señor, entonces...