martes, 4 de junio de 2013

El Camino del Norte. Día 4. Donosti-Orio

A las 5:55, los franceses de mierda (hay de todo en todos los países, pero a mi me tocaron del % maloliente) empiezan a moverse.  Son como son y no los vamos a cambiar, así que empleo el sistema enchufa el reproductor mp3 y cúbrete con el saco hasta una hora normal. A las siete y media empiezo con la tediosa tarea de recoger las cosas y meterlas en la mochila y las alforjas. 

El sedentarismo lo inventó un nómada harto de ir con la casa a cuestas.  Una mañana le dijo al resto de su tribu: "Vosotros id yendo que yo ya... ya... ya inventaré la agricultura o algo, para comer, pero hoy no me sale de los cojones hacer el petate y me quedo aqui".

Después de desayunar me entretengo un ratito ajustando los cables de la bici.  Los de los frenos sufrieron bastante en el Jaizkibel.  El mantenimiento de una bici no es más complicado que el de una Vespa y ya tuve dos. En 20 minutos queda lista para la jornada de hoy.


He quedado con la posible clienta sobre las 12 y aún no son las diez, así que iré al monte Urgull, adonde no subí en ninguna de mis anteriores visitas a la Ciudad. 


Además del Lauburu, en las tiendas de souvenirs comercializan diferentes objetos con la forma de la barandilla que rodea la playa de La Concha.  Me reservaré mi opinión sobre su idoneidad como símbolo de una ciudad, sobre todo después de ver lo que utilizan en Bilbao, una baldosa.


Estamos de acuerdo en que se anuncia un día magnífico.  Pero ese agua no estará a más de 14ºC (muuuuy fresquita, vamos).  Apetecer, apetece, pero ya se lo que pasa con las ganas cuando te quitas la ropa y metes un pie en el agua...


Pregunto a un guardia si puedo subir por la parte del puerto y me contesta que si, que "encontrarás alguna escalerita, pero se puede".  Pues por ahí inicio la subida.  Nada más empezar ya se intuye que la excursión valdrá la pena por las vistas.


La ciudad le debe el nombre a un monasterio que había en el monte y que fue donado por el rey Sancho el Mayor en el siglo X.  La primera versión del Castillo data del sigo XII y fue edificada por el Rey de Navarra.  El zoom óptico X15 permite captar detalles más interesantes que estos.  No sabía que se podía disfrutar de una tabla de surf sin olas ni viento.


Una de las paraditas que tiene el monte es la "Batería de las Damas" que se llama así porque en épocas en las que el Castillo funcionaba como acuartelamiento militar, las señoritas que iban a la fuente a por agua coincidían en este lugar con los soldaditos y se formaban tertulias.  El Meetic de la época, vamos.


Si no me hago esta foto, reviento, claro...


A estas alturas, la vista sobre la ciudad gana en amplitud.


Más metáforas visuales.  Esta se podría titular de muchas maneras, según quieras interpretarla.  Me gusta la gamberra de : "En cuanto se duerma, me lo como", como si el gato fuera un tigre y las palomas, buitres.


Efectivamente, la subida está llena de "algunas escaleritas".  Son tramos de entre tres y siete, que tampoco son un obstáculo insalvable, pero que te obliga a bajar de la bici y empujarla; a pedalada limpia no se superan, vamos.


Un sitio idílico para fumar un pitillo o rodear a alguien por el hombro, románticamente, mientras se contempla furtivamente la ciudad.  Lo primero no me apetece, después del ratito de subida y de lo segundo carezco.  Las cosas son como son, no como queremos que sean, ya lo dijimos...


Lo de "alguna escalerita", aqui igual se ve más claro.  En todo caso, este era el sitio para bajar del monte, no para subir.  En bicicleta.  A pie da lo mismo.


En lo alto del Castillo, por encima de algunos pájaros, la Ciudad parece mucho más grande de lo que es.



Corona el Castillo de la Mota un Cristo.  Colocarle un diálogo de "Tu ve rezando que yo ya... ya..." es obligado.


Está muy bien conservado, tanto arquitectónicamente como los detalles tales como las piezas de artillería.


Veinte grados a estribor...



En el punto más alto del Castillo intento tomar una panorámica de esas de juntar 3 fotos en una, pero aún no lo piloto bien.  Tendré que hacer más pruebas...


El castillo y la exposición sobre la historia de Donosti es, definitivamente, una visita muy recomendada.




Al final termino bajando por el sitio por dónde debería haber subido...


Se pasa por delante del Cementerio de los ingleses.  Como en Coruña, los ingleses tienen cementerio y los franceses, que estuvieron más tiempo, no.  Pregunté por el detalle y me contaron que a los franceses los tiraban directamente a la basura.  No he podido contrastar esta información, pero tiene su lógica.


Una vez abajo, se puede observar que el dicho "Tienes menos futuro que un vendedor de antioxidante en Donosti" tiene fundamento.


También es constatable que en cuanto sale el sol por detrás de la montaña, el amor rápidamente se esparce por los parques..


El Kursaal, conocido en la ciudad como "el Cubo", punto de mi cita.


Dos horas después (que agradable es la gente de aqui) tengo otra voluntad de compra para Lucerito Artesanía, al final igual hay proyecto y todo.

A las tres de la tarde estoy prácticamente en el mismo sitio que a las nueve de la mañana, habiendo recorrido un porrón de kilómetros en el día, pero sin haber avanzado ni uno sólo en dirección a Santiago...


Toca darle algo de ritmo; aunque no me he marcado ninguno, el que llevo no está demasiado bien: dos días y medio y apenas estoy a una treintena de kilómetros del punto de salida.  La subida al monte Igeldo es durilla pero el paisaje que se abre a partir de ahora compensa el sudor.


Hay gente que lleva el espíritu del Camino muy interiorizado.  Sólo hay que ver el puestito que tienen montado, agua fresca y frutos secos.  Es la primera vez que lo veo en el del Norte, aunque en el Francés es habitual que los lugareños ofrezcan desinteresadamente agua y viandas a los peregrinos.


Detener el pedaleo, ponerte dos veces Deep Blue de Arcade Fire y sentirte dueño de tu tiempo, libre, mientras contemplas el paisaje, no tiene precio.  El tiempo es, sin duda, nuestra más preciada posesión y en la medida que podamos disponer de él a nuestro antojo es la medida en la que somos realmente libres.


Here
Are my place and time
And here in my own skin
I can finally begin
Let the century pass me by
Standing under night sky
Tomorrow means nothing


Siempre hay que estar preparado para no acostumbrarse a la euforia.  En cualquier momento se puede torcer el día.  En algunas etapas, los lugareños, no muy de acuerdo con que el Camino discurra al lado de sus tierras (los caminos suelen ser de todos) borran las flechas o, peor, las colocan indicando una dirección no correcta.  Encontrarte que la vía termina de repente en un cartel donde pone Kontuz txakurrarekin! (Cuidado con el perro, en euskera asusta bastante) y tener que deshacer un par de kilómetros cuesta arriba reactiva tu recuerdo sobre las madres de algunos que están en este mundo porque tiene que haber de todo.


No me dirán que no es una extraña pareja.  Podría ser una metáfora visual, pero ni entonces ni ahora se me ocurre un título que no sea políticamente demasiado incorrecto...


Y cuando las flechas están supuestamente bien colocadas y no te has equivocado tu por ir empanado contemplando el campo, te das cuenta (otra vez) que el que las pintó no tuvo muy en cuenta a la gente que va en bicicleta. O era el primo Zumosol...


Cuando empiezo a estar algo cansado, noto que en el cielo hay dos bichos dando vueltas en círculos sobre mi, como si fueran buitres. Hasta que consigo tenerles envidia por la vista y las sensaciones que estarán teniendo, sus círculos sobre mí me parecen siniestros, señal de que el sol y el cansancio empiezan a hacer mella. 

Entonces me cae la primera canción buena del Camino, con una percusión logradísima.  Me llevé unos recopilatorios de indie del año pasado y de principios de este que encontré en la mula y aunque conozco la mayoría de canciones, siempre se escapa alguna.  Y esta me jode, porque The Knife es un grupo que tendría que tener vigilado, más teniendo en cuenta el alter ego de Karin, Fever Ray, que nos regalara hace un par de años la maravilla que es Keep the streets empty for me que tantas veces utilicé para empezar las sesiones de meditación, hasta que se me hizo un ritmo demasiado rápido, señal de que había conseguido ralentizar mi fluír habitual.


Hay momentos en que dudas bastante sobre la idoneidad de la ruta.  Yo no te digo que para hacer la cabra un domingo por la mañana pueda servir y vale, yo no voy muy entrenado, de acuerdo.  Pero esto tampoco son caminos para una Ruta que se supone de 800 kilómetros, me parece...


Oigo reírse al del parapente, tiene suerte de que me olvidé el rifle de matar gilis en casa.  Creo que el sol está pegando realmente fuerte, por momentos...


El Camino es bonito, pero durillo a tramos.  Si os fijáis en el centro de la foto, veréis de dónde viene.  Y allí ya llevábamos un ratito subiendo...


Al llegar al alto, se puede contemplar al otro lado, el Valle del Oria, con Usurbil al fondo.  Sin duda, es mucho mejor la vista por el  lado del mar, que me perdonen las angulas.


Muchas partes del trazado discurren por veredas bucólicas, ideales...


La mayor parte... No voy a quejarme.  Me limitaré a coger la bicicleta y a tirarla al otro lado.  Pero no está bien, que quieres que te diga, una valla cerrada, imposible de rodear a dos ruedas...


De los últimos cinco kilómetros del día, tres fueron cuesta abajo por un pedregal (lo que tendría consecuencias durante los días siguientes).  Pedregal, aqui unos amigos, amigos, aqui el p*** pedregal...


Y dos kilómetros más en medio del bosque, con un palmo de barro.  Más que el Camino de Santiago parece una prueba de resistencia...


Cuando veo el cartel, ya tengo decidido que no voy a llegar a Zarautz, que era lo que tenía en mente, al salir de Donosti.  Zarautz seguirá estando allí mañana.


Y al ver un bonito albergue, me lo pienso aún menos.  Ni tan siquiera llego a entrar en el pueblo, de lo insensibilizadas que tengo las manos de tanto tembleque...



Que queréis que os diga, un sitio la mar de bonito.


Cuando llego, están poniendo la cena, a la que nos apuntamos automáticamente el vacío galáctico que tengo en el estómago y el resto de mi organismo, después de echar algo de ropa en la lavadora.

En la mesa hay dos americanos, Daniel  (RI) y Troy (FL), una alemana, Linda (de Berlín y nada futbolera, menos mal) y una coreana de Seúl, Young Mi (o algo parecido).  48 horas de Camino de Santiago sin coincidir con un coreano, sólo puede suceder en el del Norte.  Por cierto, Daniel, el mail tuyo que anoté da error, así que no puedo enviarte las fotos.

La conversación de la cena baila entre la filosofía y la religión.  La primera me puede interesar, pero no la segunda.  Troy ha dejado el seminario porque hay cosas de la Iglesia con las que no está de acuerdo y su conversación conmigo no le va ayudar, precisamente, a volver.


Después de cenar pongo la ropa a centrifugar mientras me doy una ducha que me deja listo para soñar con los angelitos.  Tiendo la ropa bajo las estrellas, me fumo un pitillo contemplando la limpia noche y luego me acuesto.  En el dormitorio ya estaba todo el mundo durmiendo...


La última canción que recuerdo antes de dormirme es Con los hombres azules, de Manolo García.  Entonces no me lo tomé como una señal, probablemente porque estaba muy cansado.

Somete el tiempo, apagará el lamento
bajo un límpido cielo, al calor del fuego.
Me acojo el momento y lo único que deseo
es con los hombres azules
irme al azul desierto.
Es lo que hoy deseo.
Y a ti te deseo que encuentres tu camino.
Es lo que hoy te deseo y lo que hoy te escribo. 

Hoy gasté 32 €, para un acumulado de 167.  Sólo me tomé un lexatin antes de meterme en cama y ese está prescrito por la medica de cabecera.

En este post hay bastantes fotos, pero subí toooooodas las del día a un álbum en feisbuc.

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